Ricardo Carrere y su análisis del nefasto proyecto celulósico

martes, 19 de agosto de 2008
Más contra las pasteras asesinas - 19/08/2008


INFORME ESPECIAL

Uruguay Con Ricardo Carrere

“La forestación debe ser frenada de inmediato”

Coordinador internacional del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, Carrere abunda en este reportaje sobre el proceso de “celulolización” acelerada del Uruguay y alerta sobre la necesidad de frenar ya mismo ese proceso, más que por la contaminación que produce por el modelo de “desarrollo” que fomenta y consolida.


El único criterio que se utilizó para decidir dónde plantar fue el del suelo. No se tomaron en cuenta ni la flora, ni la fauna, ni el empleo. Sólo el suelo.

-Se acaba de confirmar que en poco tiempo más se instalará en el país una nueva planta de celulosa, esta vez de la portuguesa Portucel. Se sumaría a la finlandesa Botnia, que ya está funcionando, la española ENCE, que se está construyendo en el departamento de Colonia, y la sueca Stora Enso, que ratificó su voluntad de construir una fábrica aquí. La inversión de Portucel sería la más importante realizada en el país por una firma extranjera: más de 2.000 millones de dólares, el doble de la de Botnia.

Parecería que no hay límites para la “celulolización” del Uruguay…
-Parecería. Todo esto remonta a 1987, cuando el Estado comenzó a definir una política en relación a esta industria consensuada por todo el espectro político. Ese año, los partidos conservadores que hasta entonces se habían alternado en el gobierno y la coalición de centroizquierda Frente Amplio acordaron dos cosas centrales: que el Estado promoviera las plantaciones por medio de una serie de medidas y subvenciones y la definición de zonas donde plantar.
Se partía de la creencia de que plantar árboles era plantar bosques, y que plantar bosques era bueno.
Desde la industria forestal se decía, y se dice todavía, que cualquier plantación servía para proteger el suelo, regular el ciclo hidrológico, conservar flora y fauna y generar empleo. Eso, que se creyó, sin dudas con honestidad, que era cierto en el 87 (yo mismo lo creí) ahora se ha demostrado que no lo es.
Se definió, en consecuencia, que había que plantar masas de árboles en ciertas zonas del país para crear una cantidad suficiente que después posibilitara el desarrollo de industrias forestales. El único criterio que se utilizó para decidir dónde plantar fue el del suelo. No se tomaron en cuenta ni la flora, ni la fauna, ni el empleo. Sólo el suelo. Se habló de “suelos que no sirven para nada”, como dijo recientemente el ex ministro de Agricultura José Mujica. Y no es cierto. Todos esos suelos estaban en producción, no es que no servían para nada. Servían para la ganadería, y eran muy buenos suelos criadores, porque están ubicados en zonas arenosas que conservan el agua.


El gobierno del Frente Amplio modificó los suelos: liberó algunos, pero incorporó otros, y el resultado es que la cantidad de hectáreas identificadas como de prioridad forestal aumentó: ahora trepó a 3,2 millones. Como se llevan plantadas con ese fin sólo unas 800.000, imaginemos lo que se nos viene.

-El ministro de Obras Públicas Víctor Rossi afirmó que “hay espacio” en el país para al menos cinco plantas de celulosa…
-El Poder Ejecutivo sostiene eso, porque parte de la base de que las plantas de celulosa carecen de impactos negativos. Lo más preocupante es que está negando toda la evidencia recogida, a nivel nacional e internacional, en los 21 años transcurridos desde que se aprobó la ley forestal.

Hoy sabemos que las plantaciones forestales tienen severos impactos socioambientales, es decir, en última instancia, sobre la gente. Por ejemplo, se sabe ya que impactan sobre el agua, hay testimonios en toda la zona forestada del país de que después de plantadas esas superficies las cañadas se secan, se secan los humedales, baja el nivel de cursos de agua y algunos de ellos también se secan. Esto es muy fácil de comprobar.


En el departamento de Salto, en el litoral del río Uruguay, en un pueblo donde se forestó abundantemente, llamado Las Flores, se secaron todos los cursos de agua al punto que hoy lo llaman Pueblo Seco.

Desde el Estado se sigue repitiendo permanentemente que no hay estudios científicos que prueben que la forestación genere impactos sobre el agua. Sí, claro, no los hay porque el propio Estado no los encarga, pero en todos lados existen testimonios de gente que vive en las zonas forestadas sobre lo que allí sucede. No hay productor agropecuario que no lo diga. Es más: se han plantado eucaliptos con la intención expresa de secar áreas para construir en ellas. Y ahora secan mucho más que entonces,
porque se usan especies de mucho más rápido crecimiento, las han seleccionado por esa característica a lo largo de muchos años y hoy la mayoría son clones de los eucaliptos de más rápido crecimiento.

Se estima que en promedio un eucalipto consume 4 litros de agua por día. ¿Cuántos eucaliptos hay plantados en una hectárea? Pongamos 1.000; son 4.000 litros por hectárea y se han forestado 800.000 hectáreas. Ese es el impacto más visible y más grave, porque el recurso agua es esencial para todo. En el departamento de Salto, en el litoral del río Uruguay, en un pueblo donde se forestó abundantemente, llamado Las Flores, se secaron todos los cursos de agua al punto que hoy lo llaman Pueblo Seco.

-Y también se vació de habitantes.
-Sí, incluso hubo gente que se tuvo que mudar y volvía a plantar, pero tuvo que dejar de plantar porque estaba tan seco el suelo que no daba nada. Además, nosotros, que trabajamos en todo el mundo, vemos procesos similares en Chile, en Tailandia, en Sudáfrica, en Brasil. Sin embargo, el Estado sigue ignorando el tema, y la profesión forestal, lo que es más grave aún, continúa repitiendo que no hay estudios científicos que prueben nada.
Veamos el impacto de la forestación sobre los suelos. En Uruguay investigadores de la Facultad de Ciencias han constatado cambios irreversibles en la estructura y en el tenor de nutrientes de los suelos. El eucalipto es el símbolo del modelo, pero el pino tiene casi los mismos impactos. Las raíces de estos árboles van mucho más profundamente, extraen “de abajo” nutrientes que después caen en el suelo, componentes químicos que se depositan en el suelo y que son tóxicos. La gente de la Facultad de Ciencias dice que se corre el riesgo de que en algunos casos se llegue a la desertificación.

-¿Ya se han verificado procesos de ese tipo eso en alguna zona del país?
-Comprobado todavía no, porque esto es muy reciente, y es un proceso que lleva años.
Lo menos que podría hacer el Estado es estudiar los suelos. No implica grandes gastos, es hacer pozos en cada una de las plantaciones, comparar y llegar a conclusiones en un mes.

-¿Hay alguna diferencia, en esta materia, entre la actitud del actual gobierno con los anteriores?
-El gobierno del Frente Amplio se ha caracterizado por dar muestras de haber escuchado algunas críticas, pero no está dispuesto a cambiar nada. Ha tomado varias medidas, aparentemente en la dirección correcta, pero que sirven para esconder el problema. Por ejemplo, los gobiernos anteriores habían excluido a la forestación de la información de impacto ambiental. El actual impuso la obligatoriedad de hacerlos, ¿pero cómo funciona en los hechos? La empresa presenta un proyecto a la Dirección Forestal y a la Dirección Nacional de Medioambiente, y le dice: “Esto no requiere estudio de impacto ambiental, porque está incluido en los suelos de prioridad forestal”, y si está en esos suelos la respuesta del Estado es: “Tiene razón, no requiere estudios de impacto”.
Sigamos con los impactos socioambientales. Estas plantaciones son grandes cultivos de una sola especie, exótica además, en los cuales nuestra fauna no encuentra alimento. Para la fauna autóctona son desiertos alimenticios. Y son grandes áreas vacías de gente, por lo cual constituyen muy buenos lugares de tránsito por ejemplo para jabalíes y zorros. Y aquí viene otro problema: como allí no encuentran alimento, ¿de qué se alimentan entonces jabalíes y zorros? De las producciones vecinas.
En zonas forestales ya no se puede hacer agricultura, porque esos animales destrozan los cultivos. Otro impacto: la multiplicación de las víboras venenosas. Las zonas de pinos están llenas de yaras, y lo mismo pasa en las de eucaliptos. En el caso de los eucaliptos, como se han secado los humedales han desaparecido sapos, ranas, que son alimento de las culebras. Entonces disminuye la población de culebras. Y las culebras se alimentan de huevos de yara y de las propias yaras…
Desde el punto de vista social, los impactos son igualmente muy graves. Si uno va por las zonas forestales ve que no hay viviendas. Además ahora la política de las empresas forestales es destruir las viviendas, que no queden ni rastros. Ha surgido un oficio nuevo que se llama desarmador de estancias. Eso lo dice todo.
A mí me impacta, yo le doy mucha importancia al tema visual. La gente de campo en Uruguay es gente de pradera, acostumbrada a ver a lo lejos. Una señora me decía hace poco: “Con los eucaliptos me robaron la puesta de sol”. Pero no es sólo eso, es la sociabilidad. El tipo está sentado ahí y dice: “Mirá, allá va fulanito”. Vos mirás allá en el horizonte y ves un puntito; el tipo se da cuenta por el caballo de que es fulanito. Son formas de estar en contacto. Además, la gente del lugar tiene temor de que en esas masas de árboles se escondan malhechores, les crea inseguridad. Todo esto afecta a la gente, no sólo en su producción sino en su vida cotidiana. Entonces, entre los impactos sobre la producción y los cambios en el paisaje y en la seguridad, viene una empresa forestal, les ofrece 3.000 dólares por hectárea, se las venden y se van. Eso es lo que está pasando.


Si uno va por las zonas forestales ve que no hay viviendas. Además ahora la política de las empresas forestales es destruir las viviendas, que no queden ni rastros. Ha surgido un oficio nuevo que se llama desarmador de estancias. Eso lo dice todo.

Y está el famoso tema del empleo: sobre la base de las propias declaraciones de las empresas, se sabe que apenas generan puestos de trabajo. Y los que crean son inestables, los trabajadores no saben cuánto ganan por mes, si llueve no se puede trabajar, si hay mucho viento no se puede trabajar, si hay mucho barro no se puede entrar. Con suerte trabajan 12 o 15 días por mes. -Según el discurso oficial las plantas de celulosa, una vez en funcionamiento, generarían miles de puestos de trabajo cada una, entre empleos directos e indirectos…

-Se manipula la realidad. Desde el gobierno se compara a la forestación con la ganadería y se dice que ésta es muy poco intensiva en mano de obra, pero cuando se habla de los empleos generados por la ganadería no se tienen en cuenta los indirectos. Para la forestación sí, y más aún: se menciona como puestos de trabajo derivados de la industria forestal a muchos que existían antes de que se instalaran estas plantas. El trabajo de cortar los árboles, ponerlos arriba de un camión y llevarlos al puerto ya existía.
Se siguen aferrando a que la forestación genera 12 empleos cada 1.000 hectáreas, cuando en realidad genera cinco o menos. Rio Negro, el departamento del litoral uruguayo en el que está instalada la finlandesa Botnia, es uno de los que presenta mayores índices de desempleo. En el caso de Chile hay estudios que prueban que las comunas con los mayores niveles de indigencia son aquellas esencialmente forestales y donde hay fábricas de celulosa.
Los trabajadores, además, no llegan nunca a fin de mes. En Tranqueras, una localidad que es algo así como la capital uruguaya de la forestación, es el pequeño comercio el que mantiene a los trabajadores del sector, porque es el que da crédito.

-Otro tema que movimientos como ustedes han denunciado es el de la tercerización de la mano de obra en la industria forestal.
-Sí. Se puede entender que una empresa que se dedica al ramo de la vestimenta emplee subcontratistas para hacer la limpieza o la seguridad, pero no a quienes hacen las prendas. En la forestación, en cambio, todas las tareas (la plantación, la poda, la cosecha, hasta los viveros) se hacen por subcontratación.


La gente no come de una cifra, pero sí se empobrece como consecuencia de un modelo que no genera desarrollo, no crea empleo, degrada los recursos naturales a largo plazo, expulsa población rural, cambia el paisaje, cambia la cultura en sentido negativo…

¿Qué hizo este gobierno? Sacó una ley, bien intencionada pero que en el fondo consolidó las tercerizaciones. Ahora las empresas son corresponsables, y eso está bien: si el subcontratista no les paga a los trabajadores, si quiebra -un caso muy frecuente-, la empresa madre tiene que pagar. Pero como todas las tareas son realizadas por subcontratistas, no por la empresa madre, lo que se ha hecho es legalizar la subcontratación. Este es otro tema en el que desde el Estado se ha dado una señal
positiva, de que escucha la crítica, pero en el que la solución es equivocada.

-El de la concentración de la propiedad de la tierra, y su extranjerización, es otro asunto vinculado a todo esto.
-En los sesenta, un latifundio ganadero, fenómeno contra el cual muchos de los que están hoy en el gobierno luchaban, era de 20.000 hectáreas; ahora hay empresas extranjeras que son dueñas de 180.000 hectáreas. Y todas continúan comprando tierras, pese a que este gobierno promulgó una ley que apuntaba a limitar esas adquisiciones.

Si yo fuera inversor celulósico me instalo en Uruguay.

Hay países, como Indonesia, en que la tierra es del Estado, y quien quiera instalarse allí y producir debe arrendarla; en Brasil hay límites en las cercanías de las fronteras. Acá yo tengo la seguridad de que soy legalmente propietario de la tierra y puedo comprar la extensión que se me cante. A su vez, en Uruguay el forestador que viene de fuera tiene el respaldo del aparato estatal en su conjunto, ya que todos los partidos apoyan el modelo desde el Estado. Y los grandes medios de comunicación están ganados por el mismo modelo.

Todo apunta a que las empresas de celulosa se vengan a países del sur como este. En Suecia, en Finlandia, ya han llegado a su techo, y tienen limitaciones. Limitaciones de disposición de tierras adecuadas (un árbol les demora 80 años en crecer, aquí no más de siete), de costo de mano de obra, de controles ambientales y sociales. En Uruguay ni siquiera pagan impuestos, porque están instaladas en zonas francas.

En resumen, ¿cuál es el beneficio para el país de la instalación de las empresas forestales? Que aumenta el PIB por la inversión de miles de millones de dólares, dice el gobierno… ¿Y? La gente no come de una cifra, pero sí se empobrece como consecuencia de un modelo que no genera desarrollo, no crea empleo, degrada los recursos naturales a largo plazo, expulsa población rural, cambia el paisaje, cambia la cultura en sentido negativo…

El “mejor” argumento que pueden dar los forestales en su favor, y que también usan algunas autoridades, es: “la soja es peor”, “si esas tierras no son para forestación son para plantar soja”. Indudablemente la soja es peor, pero la soja tiene una “ventaja”: es un cultivo anual, que pasado cierto tiempo puede ser remplazado. En cambio, a los eucaliptos andá a sacarlos.

Nosotros planteamos que hay que parar la forestación ya, analizar lo que está pasando antes de seguir. El gran impacto de las fábricas de celulosa no es la contaminación sino que consolida un modelo forestal, social y ambientalmente insustentable, que no le sirve al país, no le sirve a su gente y que pone en cuestión los recursos a futuro.


El engaño de las certificaciones

-En julio pasado plantaciones en España de la empresa ENCE, también instalada en Uruguay, no recibieron la certificación que otorga el Consejo de Manejo Forestal (FSC, por su sigla en inglés) como consecuencia de la presión de grupos ambientalistas que forman parte de esa instancia. Usted
es un durísimo crítico del mecanismo de las certiciaciones.

-En los 80 hubo grandes campañas de ONG ambientalistas en Estados Unidos, Europa, Japón contra la destrucción de los bosques tropicales. Tuvieron éxito y llegaron a preocupar al público, europeo en particular. Entonces las empresas se acercaron a las ONG, con la intención de blanquearse. Un grupo de ONG encabezadas por la WWW impulsó el FSC, bajo el principio: “vamos a extraer madera de los bosques, pero de manera sustentable, sin destruir los bosques. Y esto lo vamos a organizar de tal forma que estén presentes en este mecanismo de certificación ONG ambientalistas, ONG sociales y las empresas”. Para ese fin de un manejo adecuado de los bosques elaboraron una serie de principios y
criterios. Y ahí ya comenzó la confusión, porque el FSC no hace diferencia entre bosques y plantaciones, cuando la hay, y es grande. Una cosa es una hectárea de eucaliptos, para hacer postes, leña, un montón de cosas, y otra son miles de hectáreas de eucaliptos, que es la escala a la que funcionan las plantas de celulosa.

Nosotros hemos venido denunciando, país tras país, a lo largo de los años que todas estas producciones no pueden ser certificadas. Las certificaciones son realizadas por empresas privadas contratadas localmente, que viven de eso, y cuyo interés es que las sigan contratando. En Uruguay todas las plantaciones de ENCE y de otras empresas han sido certificadas, y si vieras las “investigaciones” llevadas a cabo para otorgarlas, eran una vergüenza, daban lástima. Yo hice un
análisis párrafo por párrafo de los informes de una certificadora en Uruguay para demostrar sus errores y omisiones. En definitiva, el FSC, un mecanismo que puede ser bien intencionado, termina siendo utilizado por las empresas para maquillarse*. A lo sumo convierten a algo malo en algo un poquito menos malo.

Se dirá que es un avance, pero perjudica más que lo que resuelve.


* Ricardo Carrere es autor de “Maquillaje verde. Análisis crítico de la certificación de monocultivos de árboles en Uruguay por el FSC”, editado por el WRM en marzo de 2006.

En Montevideo, Daniel Gatti Rel-UITA 6 de agosto de 2008


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