domingo, 14 de diciembre de 2008
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Avanza la Constitución Europea - 14/12/2008
Para los que desean un nombre exacto y no se bancan que uno les hable de la Constitución Europea, va el Tratado Europeo de Lisboa, firmado por los representantes de todos los estados miembros de la Unión Europea (UE) en Lisboa el 13 de diciembre de 2007 que es el que sustituye a la Constitución para Europa estipulada en el fallido tratado de 2004. De lograrse la ratificación del texto de 250 páginas, la UE tendrá personalidad jurídica propia para firmar acuerdos internacionales a nivel comunitario.
( Te lo dedico a vos que sé que tu sicosis te mata por cambiarte una coma de lugar... jaja )
"Desafiando a los presagios
Si algo pone de manifiesto la crisis económica es la imperiosa necesidad de contar –como facilita la Constitución– con una UE más democrática y eficaz, con más competencias y más ágiles procesos de toma de decisiones.
Uno empieza a tener la impresión –para bien, por supuesto- de que la Constitución Europea tiene siete vidas, como de nuevo ha quedado demostrado en el Consejo Europeo celebrado en Bruselas.
La primera prueba de fuego de esa Carta Magna europea tuvo lugar en 2005, cuando dos países la rechazaron en referéndum (al tiempo que otros dos –conviene no olvidarlo-, empezando por España, la apoyaban por igual procedimiento): Francia y Holanda.
Entonces se alzaron voces apresuradas desde los cuatro puntos cardinales anunciando su fallecimiento. Algunos –empezando por los constituyentes que la redactamos en la Convención, como el hoy Secretario de Estado para la UE Diego López Garrido, el recién nombrado Presidente del Instituto Europeo de Florencia a partir de enero de 2010 Josep Borrell y el que suscribe- nos negamos a aceptar tan temprana acta de defunción y empujamos para que se encontrara una salida que permitiera su entrada en vigor más pronto que tarde.
Llegó así, en diciembre de 2007, el Tratado de Lisboa, fiel reflejo de la Constitución en sus contenidos fundamentales, más allá de algunas ausencias importantes pero no decisivas.
Sabíamos, sin embargo, que la ruleta rusa de la ratificación nacional de los tratados de la Unión –yo sigo pidiendo un referéndum europeo para el futuro- podría darnos de nuevo algún susto, como así fue con la consulta celebrada en Irlanda el pasado mes de junio. Referéndum curioso, por cierto, en el que, por ejemplo, la variopinta –y en algún caso sonado, opacamente financiada- coalición del NO llegó a poner en circulación un argumento tan falaz como que el Tratado imponía el reclutamiento militar obligatorio, a sabiendas de que tal mentira, en ausencia de una lectura del texto por todos los votantes y de una campaña algo más que débil a favor del SÍ, podría despertar en la ciudadanía los peores recuerdos de la lucha por la independencia del Reino Unido.
Otra vez los sepultureros vocacionales levantaron certificado del pase a mejor vida de la Constitución transmutada en Tratado sin darse cuenta de que la realidad y, sobre todo, la necesidad, es extraordinariamente tozuda.
Sí, porque si algo pone de manifiesto la crisis económica es la imperiosa necesidad de contar –como facilita la Constitución- con una UE más democrática y eficaz, con más competencias y más ágiles procesos de toma de decisiones, capaz de ser un socio fuerte que genere cuantas sinergias sean posibles con la nueva administración estadounidense de Barack Obama.
La Cumbre de Bruselas –que culmina un excelente semestre francés al frente de la UE- lo ha entendido así y buscado una salida que, desde mi punto de vista, permitirá que Irlanda vote en segunda convocatoria el Tratado de Lisboa y esta vez con un resultado afirmativo, como auguran las encuestas publicadas por los medios de ese país, como el Irish Times.
Ello implicará que la Constitución Europea –en su nueva forma, eso es lo de menos- entre en vigor en 2010, precisamente cuando España asumirá la presidencia de la Unión durante un semestre que se avecina decisivo, empezando por la celebración de la primera Cumbre UE-Estados Unidos con el nuevo inquilino de la Casa Blanca en pleno ejercicio.
El acuerdo alcanzado por el Consejo Europeo permitirá además que el Parlamento Europeo elegido en junio de 2009 modifique su composición en 2010 con la adición de nuevos escaños para 12 países, garantizándose el cumplimiento del principio de proporcionalidad que lo conforma y evitando que España –gracias a las gloriosas decisiones de Aznar en diciembre del año 2000- vea mermado incomprensible e injustamente el número de sus escaños.
Una vez más, el papel jugado por España en pro de la Constitución Europea ha sido esencial: en 2004 Zapatero desbloqueó el veto impuesto a la misma por el actual Presidente de FAES, en 2005 nuestro referéndum fue el ancla que impidió el hundimiento de la Carta Magna tras en descalabro de la consulta francesa, en 2007 estuvimos en primera línea de la redacción del Tratado de Lisboa y, ahora, con excelentes resultados, de su reflote.
Lo que me lleva a pensar, repito, que esta Constitución, cuando alguien la echa por la puerta, la realidad la mete por la ventana. Y creo que esta vez será la definitiva para que se quede en casa.
En realidad, parece como si la primera Carta Magna de la UE estuviera destinada a gritar con la fuerza de Hamlet ese “desafío a los presagios” que suena estos días navideños en un excelente montaje en el Teatro María Guerrero de Madrid".
Carlos Carnero
Vicepresidente del Partido Socialista Europeo
Para los que desean un nombre exacto y no se bancan que uno les hable de la Constitución Europea, va el Tratado Europeo de Lisboa, firmado por los representantes de todos los estados miembros de la Unión Europea (UE) en Lisboa el 13 de diciembre de 2007 que es el que sustituye a la Constitución para Europa estipulada en el fallido tratado de 2004. De lograrse la ratificación del texto de 250 páginas, la UE tendrá personalidad jurídica propia para firmar acuerdos internacionales a nivel comunitario.
( Te lo dedico a vos que sé que tu sicosis te mata por cambiarte una coma de lugar... jaja )
"Desafiando a los presagios
Si algo pone de manifiesto la crisis económica es la imperiosa necesidad de contar –como facilita la Constitución– con una UE más democrática y eficaz, con más competencias y más ágiles procesos de toma de decisiones.
Uno empieza a tener la impresión –para bien, por supuesto- de que la Constitución Europea tiene siete vidas, como de nuevo ha quedado demostrado en el Consejo Europeo celebrado en Bruselas.
La primera prueba de fuego de esa Carta Magna europea tuvo lugar en 2005, cuando dos países la rechazaron en referéndum (al tiempo que otros dos –conviene no olvidarlo-, empezando por España, la apoyaban por igual procedimiento): Francia y Holanda.
Entonces se alzaron voces apresuradas desde los cuatro puntos cardinales anunciando su fallecimiento. Algunos –empezando por los constituyentes que la redactamos en la Convención, como el hoy Secretario de Estado para la UE Diego López Garrido, el recién nombrado Presidente del Instituto Europeo de Florencia a partir de enero de 2010 Josep Borrell y el que suscribe- nos negamos a aceptar tan temprana acta de defunción y empujamos para que se encontrara una salida que permitiera su entrada en vigor más pronto que tarde.
Llegó así, en diciembre de 2007, el Tratado de Lisboa, fiel reflejo de la Constitución en sus contenidos fundamentales, más allá de algunas ausencias importantes pero no decisivas.
Sabíamos, sin embargo, que la ruleta rusa de la ratificación nacional de los tratados de la Unión –yo sigo pidiendo un referéndum europeo para el futuro- podría darnos de nuevo algún susto, como así fue con la consulta celebrada en Irlanda el pasado mes de junio. Referéndum curioso, por cierto, en el que, por ejemplo, la variopinta –y en algún caso sonado, opacamente financiada- coalición del NO llegó a poner en circulación un argumento tan falaz como que el Tratado imponía el reclutamiento militar obligatorio, a sabiendas de que tal mentira, en ausencia de una lectura del texto por todos los votantes y de una campaña algo más que débil a favor del SÍ, podría despertar en la ciudadanía los peores recuerdos de la lucha por la independencia del Reino Unido.
Otra vez los sepultureros vocacionales levantaron certificado del pase a mejor vida de la Constitución transmutada en Tratado sin darse cuenta de que la realidad y, sobre todo, la necesidad, es extraordinariamente tozuda.
Sí, porque si algo pone de manifiesto la crisis económica es la imperiosa necesidad de contar –como facilita la Constitución- con una UE más democrática y eficaz, con más competencias y más ágiles procesos de toma de decisiones, capaz de ser un socio fuerte que genere cuantas sinergias sean posibles con la nueva administración estadounidense de Barack Obama.
La Cumbre de Bruselas –que culmina un excelente semestre francés al frente de la UE- lo ha entendido así y buscado una salida que, desde mi punto de vista, permitirá que Irlanda vote en segunda convocatoria el Tratado de Lisboa y esta vez con un resultado afirmativo, como auguran las encuestas publicadas por los medios de ese país, como el Irish Times.
Ello implicará que la Constitución Europea –en su nueva forma, eso es lo de menos- entre en vigor en 2010, precisamente cuando España asumirá la presidencia de la Unión durante un semestre que se avecina decisivo, empezando por la celebración de la primera Cumbre UE-Estados Unidos con el nuevo inquilino de la Casa Blanca en pleno ejercicio.
El acuerdo alcanzado por el Consejo Europeo permitirá además que el Parlamento Europeo elegido en junio de 2009 modifique su composición en 2010 con la adición de nuevos escaños para 12 países, garantizándose el cumplimiento del principio de proporcionalidad que lo conforma y evitando que España –gracias a las gloriosas decisiones de Aznar en diciembre del año 2000- vea mermado incomprensible e injustamente el número de sus escaños.
Una vez más, el papel jugado por España en pro de la Constitución Europea ha sido esencial: en 2004 Zapatero desbloqueó el veto impuesto a la misma por el actual Presidente de FAES, en 2005 nuestro referéndum fue el ancla que impidió el hundimiento de la Carta Magna tras en descalabro de la consulta francesa, en 2007 estuvimos en primera línea de la redacción del Tratado de Lisboa y, ahora, con excelentes resultados, de su reflote.
Lo que me lleva a pensar, repito, que esta Constitución, cuando alguien la echa por la puerta, la realidad la mete por la ventana. Y creo que esta vez será la definitiva para que se quede en casa.
En realidad, parece como si la primera Carta Magna de la UE estuviera destinada a gritar con la fuerza de Hamlet ese “desafío a los presagios” que suena estos días navideños en un excelente montaje en el Teatro María Guerrero de Madrid".
Carlos Carnero
Vicepresidente del Partido Socialista Europeo
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