jueves, 20 de noviembre de 2008
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Juntos somos más -20/11/2008
En estos dos años de Corte ininterrumpido sobre la ruta 136, en Arroyo Verde, corrió (nunca mejor la frase) mucha agua bajo el puente. Es cierto: Botnia funciona. Pero tan cierto como eso es que la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú no ha abandonado su lucha ni su reclamo. Y ese es el dato que sorprende a más de uno.
Cuando en algún momento la historia recopile las acciones éticas colectivas tendrá reservada páginas de gloria para los habitantes de una ciudad que se transformó en sinónimo de resistencia, mediante la más democrática de las prácticas políticas: la asamblea abierta, donde todo es debatido, donde ningún voto ni palabra vale más que otro.
Hoy que el corte de ruta cumple años, es imposible no reconocer cada una de las acciones y las personas que lo sostuvieron. A los que se turnan para pasar la noche, los que no han dudado en mantenerse firmes pese al frío, el calor, el temor, la comodidad, el desgano, el desgaste.
Los grandes, los chicos, los ancianos, los bebes, que han pasado días y noches apostados en Arroyo Verde para “hacerle el aguante”. ¿Cuántos termos se habrán compartido? ¿Cuántas reposeras se habrán abierto? ¿Cuántos juegos habrán jugado los más pequeños? ¿Cuántos visitantes de otras latitudes habrá recibido? ¿Cuántos asados se habrán comido allí? ¿Cuántas lluvias soportado? ¿Cuántos debates? ¿Cuántas lágrimas de emoción o de bronca acumula? ¿Cuántas discusiones? ¿Cuántos se habrán conocido allí? ¿Cuántas manos se habrán alzado para aprobar mociones?
No hay persona, con un mínimo nivel de sensibilidad, que no se conmueva por lo que es y genera Arroyo Verde: un antídoto contra la impotencia. Eso es. Una vacuna contra el “no se puede”, una inyección frente a la resignación, una lección de esperanza, un remedio ante el individualismo, la máxima expresión, el símbolo, la trinchera de la Asamblea. De esa Asamblea democrática como pocas, seguramente aún perfectible, como toda expresión de tal naturaleza.
Corte por lo sano
Mientras Gualeguaychú cumple dos años de corte, Botnia debió resignarse a festejar su primer año de existencia, cumplido el 9 de noviembre, con la planta cerrada debido una suspensión, según la empresa, por “tareas de mantenimiento”.
A nadie escapa, sin embargo, que el cierre obedece a los efectos de la crisis global: ahora la oferta de pulpa de celulosa excede largamente lo que el “mercado” demanda.
El lenguaje empresarial prefiere el surrealismo: la planta detiene su funcionamiento frente al escenario económico pero se niega a hacerlo frente a la contaminación que produce.
Luego de dos semanas de suspensión, Botnia retomó, este domingo, la producción y en un comunicado hizo saber que el proceso de reactivación podría provocar "olores y ruidos". La respuesta no provino de ningún sector radicalizado: el director del Hospital Centenario de Gualeguaychú, Hugo Gorla, afirmó que tres personas que se encontraban sobre el puente internacional General San Martín fueron atendidas y presentaban reacciones alérgicas, dermatitis y conjuntivitis.
Sin embargo, en los medios se polemiza más sobre el corte que sobre la contaminación. ¿Qué habría que “atacar”, la causa o la consecuencia? Antes que los legalistas se pongan de pié y levanten la Constitución: si el corte de ruta es ilegal, lo es tanto como la contaminación o la violación al Estatuto del Río Uruguay. ¿Por qué le prestan mucha atención a lo primero y poco y nada a lo segundo?
Contamina la razón
Frente a la reciente suspensión de su producción, Botnia les informó a los fraybentinos que los olores que se podían llegar a percibir, a "ácido de batería" o a "huevo podrido", "en ningún caso afectan la salud de los ciudadanos y el medio ambiente".
¿Será sólo por sugestión, entonces, que la gente de Fray Bentos aumenta las consultas médicas debido a los mareos y las nauseas, y que los médicos diagnostican continuos problemas respiratorios producto de la contaminación? ¿Quién miente a quien? ¿Los doctores a los pacientes, los pacientes a los doctores o la empresa a ambos?
Esta nota tiene un anexo, único recurso periodístico disponible debido a su extensión, que cuantifica los daños y muertos que la planta generó en su primer añito de vida.
Cada día que funciona Botnia toma, sin ninguna autorización, 80 millones de litros de agua, unos 32 mil millones al año, que devuelve al río Uruguay con un 70% de productos tóxicos y a unos 10º más de temperatura. ¿Por qué será que esta información jamás se transforma en noticia? ¿Qué pasaría si la televisión, los diarios y las radios se dedicaran a hablar de lo que Botnia genera con el mismo entusiasmo con el que hablan de lo que genera el corte de ruta?
Con tanta contaminación en el aire, pocas cosas están tan claras como que, en desigualdad de condiciones, Gualeguaychú está dando una pelea que por legítima, por respaldo, por genuina y por capacidad de movilización, tiene una potencia y una potencialidad imposible de desconocer.
En los más de cinco años de reclamos, Arroyo Verde se ha transformado en el espacio simbólico más representativo de la Asamblea. Si como dicen, “la única lucha que se pierde es la que se abandona”, Gualeguaychú tiene sobrados argumentos para creer que aún no está dicha la última palabra.
Los motivos, queda claro, abundan.
Y eso, para los descreídos, es otro golpe de knock out.
ANEXO:
BOTNIA: UN AÑO NO MUY FELIZ
Septiembre de 2007: El Ministerio de Medio Ambiente uruguayo encuentra “fisuras” en una de las piletas. BOTNIA paraliza, temporalmente, sus obras.
Noviembre de 2007: Once operarios son derivados al hospital de Fray Bentos tras intoxicarse con sulfuro de sodio, lo que les provoca problemas en la piel y las vías respiratorias. La pastera se encontraba ya en período de pruebas. Ante las consultas, le echa la culpa al viento, responsabilizándolo “por haber hecho volar por el aire el polvillo tóxico”.
21 de noviembre de 2007: 22 chicos de un colegio de Fray Bentos se intoxican por una nube toxica que emana BOTNIA. Los alumnos deben ser internados por sufrir mareos y vómitos. La maestra relata que el olor era insoportable, que pensaba que había explotado la garrafa del colegio pero que al abrir la ventana el olor era mucho peor. La empresa sólo pide disculpas.
Diciembre de 2007: Episodio similar al anterior, pero en una escuela del otro lado del Río Uruguay, en las afueras de Gualeguaychú. Alumnos deben ser internados de urgencia. La empresa se llama a silencio.
Diciembre de 2007: Cuatro obreros deben ser internados por un derrame de cloro. La empresa minimiza el hecho.
Diciembre de 2007: Un empleado finlandés se quema con licor negro cuando realizaba tareas en la caldera de recuperación. De acuerdo con lo detallado por la Jefatura de Policía de Río Negro (del Departamento de Fray Bentos), el accidentado “se quemó los dos brazos y parte del cuello”, por lo que es trasladado a un centro de salud de la zona.
15 de diciembre de 2007: Por un nuevo accidente en BOTNIA, cuatro obreros deben ser internados. El episodio ocurre el martes 11 aunque se conoce el sábado 15. Los operarios son afectados por un derrame de cloro que les provoca irritación en las vías respiratorias y la vista. Según trasciende, estaban trabajando en la torre de enfriamiento de la planta de tratamiento del agua. Son trasladados a una clínica de Fray Bentos con ardor en los ojos y en la garganta; el más afectado de los cuatro permanece dos días en observación.
Enero de 2008: La planta tiene un desperfecto en un instrumento de medición, lo que genera que se apagara la caldera principal, y por ende, toda la fábrica. Provoca un importante derrame de celulosa semilíquida sobre el Río Uruguay. Nuevamente, la empresa y el Gobierno uruguayo minimizan el hecho.
31 de enero de 2008: Nuevo “accidente”: se derramaron 200 toneladas de pasta de celulosa al río Uruguay. Como consecuencia, la pastera permanece inactiva durante algunos días. Voceros de la empresa confirman el derrame y su volumen, aunque se encargan de aclarar que no era material tóxico. No obstante, la zona de Fray Bentos vuelve a quedar impregnada de olor a “ácido de batería”, que distintos expertos aseguran ser tóxico.
Febrero de 2008: Muere un obrero. Juan Pedro Molina, de 31 años, uruguayo y empleado de la empresa contratista Cujó, sufre un accidente mientras realiza tareas de terminación de obra.
3 de abril de 2008: Muere un obrero. Otro “accidente” laboral provoca la muerte del trabajador chileno Rodrigo Rivero, de 33 años, quien desempeñaba tareas con la moladora en la zona cercana a la chimenea de la planta, en las denominadas “calderas de recuperación”. Una "viga hache" de metal, de 1,2 metros y 10 centímetros de ancho, cae desde una altura de 20 metros e impacta en la cabeza del obrero, que fallece en el acto.
Agosto de 2008: Una “nube incontrolada de sulfuro de sodio” provoca una fuerte dolencia en las vías respiratorias de los trabajadores de la planta. Resultado: 24 personas intoxicadas. El olor se siente en todo Fray Bentos.
18 de septiembre hasta primeros días de octubre de 2008: Un fuerte olor a ácido de batería inunda Fray Bentos filtrándose en hogares. Alcanza pueblos más lejanos como Las Cañas y Nueva Berlin. Los habitantes denuncian que el aire se hace irrespirable y que al abrir las ventanas el olor es más fuerte. Aumentan las consultas tanto en los centros de salud de Fray Bentos como en los de Gualeguaychú. Síntoma inmediato: nauseas, sequedad en garganta. Las autoridades no dan respuesta y BOTNIA se llama a silencio. Luego de varias semanas, la DINAMA (Dirección Nacional de Medio Ambiente) reconoce que el olor es fuerte. Sin embarbo no logra “encontrar” el origen del olor. El organismo, no obstante, emite un comunicado en el que asegura que “no habrá consecuencias a la salud ni al medio ambiente”.
7 de noviembre: Botnia paraliza su producción por dos semanas para realizar actividades de mantenimiento. Según el comunicado oficial de la empresa, el motivo principal para tomar la decisión es “el debilitamiento del mercado y el crecimiento del stock de pulpa de celulosa”.
Desde el 9 de noviembre de 2007: Desde su puesta en funcionamiento Botnia ha arrojado al agua y al aire mas de 4000 toneladas de contaminantes todos de reconocida toxicidad, aguda o crónica: metales pesados, órganos clorados, dioxinas y furanos (todos tóxicos acumulables persistentes), compuestos órganos sulfurados, nitratos, nitrógeno, fósforos, sulfuros y gases altamente peligrosos (SO2, SH2, y NOx).
(fuente)
Demasiado grande para cumplir dos años
El corte de ruta a la altura de Arroyo Verde en Gualeguyachú, cumple hoy dos años de lucha.
Dos años ininterrumpidos en los que logró visibilizar la causa que lo sustenta hasta transformarse en un emblema de ella. Los miles de individuos que contribuyen a su sostén están dando una lección maravillosa de constancia, resistencia y democracia que ni los descreídos de siempre pueden desconocer - por Luis Zarranz
Para los descreídos, que cada vez abundan más, el segundo aniversario ininterrumpido del corte de ruta en Arroyo Verde es un golpe certero. Un cross en la mandíbula. Un knock out técnico.
Para los muchos que dos años atrás se rieron y se burlaron, por considerar absurda aquella propuesta de los asambleístas de cortar la ruta ininterrumpidamente, este 20 de noviembre les resulta no sólo increíble sino también incómodo, inverosímil.
Cualquiera sabe que mantener una actividad, sea cual fuera, todos los días a lo largo de dos años es una tarea heroica. Y ellos, los militantes de lo posible tomaban con sorna que una asamblea multitudinaria resolviera realizar un corte de ruta extendido a lo largo de los meses. “No podrán sostenerlo”, vaticinaban y, por eso, especulaban con el desgaste que produciría el paso del tiempo.
Ni eso, ni las campañas mediáticas, ni las operaciones de prensa comandadas por Aldo Leporatti, ni los siervicios, ni las amenazas, ni el Bustismo, ni los Gobiernos, ni Botnia funcionando, ni Rosetti, ni sus Rotwaillers, ni las tapas de Clarín,… nada ni nadie pudo con el Corte. Más bien, cada uno de los intentos por levantarlo –que exceden largamente los enumerados- generaron el efecto contrario: movilizaciones masivas, convocatorias espontáneas, más apoyo a la causa, nuevas acciones.
En estos dos años de Corte ininterrumpido sobre la ruta 136, en Arroyo Verde, corrió (nunca mejor la frase) mucha agua bajo el puente. Es cierto: Botnia funciona. Pero tan cierto como eso es que la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú no ha abandonado su lucha ni su reclamo. Y ese es el dato que sorprende a más de uno.
Cuando en algún momento la historia recopile las acciones éticas colectivas tendrá reservada páginas de gloria para los habitantes de una ciudad que se transformó en sinónimo de resistencia, mediante la más democrática de las prácticas políticas: la asamblea abierta, donde todo es debatido, donde ningún voto ni palabra vale más que otro.
Hoy que el corte de ruta cumple años, es imposible no reconocer cada una de las acciones y las personas que lo sostuvieron. A los que se turnan para pasar la noche, los que no han dudado en mantenerse firmes pese al frío, el calor, el temor, la comodidad, el desgano, el desgaste.
Los grandes, los chicos, los ancianos, los bebes, que han pasado días y noches apostados en Arroyo Verde para “hacerle el aguante”. ¿Cuántos termos se habrán compartido? ¿Cuántas reposeras se habrán abierto? ¿Cuántos juegos habrán jugado los más pequeños? ¿Cuántos visitantes de otras latitudes habrá recibido? ¿Cuántos asados se habrán comido allí? ¿Cuántas lluvias soportado? ¿Cuántos debates? ¿Cuántas lágrimas de emoción o de bronca acumula? ¿Cuántas discusiones? ¿Cuántos se habrán conocido allí? ¿Cuántas manos se habrán alzado para aprobar mociones?
No hay persona, con un mínimo nivel de sensibilidad, que no se conmueva por lo que es y genera Arroyo Verde: un antídoto contra la impotencia. Eso es. Una vacuna contra el “no se puede”, una inyección frente a la resignación, una lección de esperanza, un remedio ante el individualismo, la máxima expresión, el símbolo, la trinchera de la Asamblea. De esa Asamblea democrática como pocas, seguramente aún perfectible, como toda expresión de tal naturaleza.
Corte por lo sano
Mientras Gualeguaychú cumple dos años de corte, Botnia debió resignarse a festejar su primer año de existencia, cumplido el 9 de noviembre, con la planta cerrada debido una suspensión, según la empresa, por “tareas de mantenimiento”.
A nadie escapa, sin embargo, que el cierre obedece a los efectos de la crisis global: ahora la oferta de pulpa de celulosa excede largamente lo que el “mercado” demanda.
El lenguaje empresarial prefiere el surrealismo: la planta detiene su funcionamiento frente al escenario económico pero se niega a hacerlo frente a la contaminación que produce.
Luego de dos semanas de suspensión, Botnia retomó, este domingo, la producción y en un comunicado hizo saber que el proceso de reactivación podría provocar "olores y ruidos". La respuesta no provino de ningún sector radicalizado: el director del Hospital Centenario de Gualeguaychú, Hugo Gorla, afirmó que tres personas que se encontraban sobre el puente internacional General San Martín fueron atendidas y presentaban reacciones alérgicas, dermatitis y conjuntivitis.
Sin embargo, en los medios se polemiza más sobre el corte que sobre la contaminación. ¿Qué habría que “atacar”, la causa o la consecuencia? Antes que los legalistas se pongan de pié y levanten la Constitución: si el corte de ruta es ilegal, lo es tanto como la contaminación o la violación al Estatuto del Río Uruguay. ¿Por qué le prestan mucha atención a lo primero y poco y nada a lo segundo?
Contamina la razón
Frente a la reciente suspensión de su producción, Botnia les informó a los fraybentinos que los olores que se podían llegar a percibir, a "ácido de batería" o a "huevo podrido", "en ningún caso afectan la salud de los ciudadanos y el medio ambiente".
¿Será sólo por sugestión, entonces, que la gente de Fray Bentos aumenta las consultas médicas debido a los mareos y las nauseas, y que los médicos diagnostican continuos problemas respiratorios producto de la contaminación? ¿Quién miente a quien? ¿Los doctores a los pacientes, los pacientes a los doctores o la empresa a ambos?
Esta nota tiene un anexo, único recurso periodístico disponible debido a su extensión, que cuantifica los daños y muertos que la planta generó en su primer añito de vida.
Cada día que funciona Botnia toma, sin ninguna autorización, 80 millones de litros de agua, unos 32 mil millones al año, que devuelve al río Uruguay con un 70% de productos tóxicos y a unos 10º más de temperatura. ¿Por qué será que esta información jamás se transforma en noticia? ¿Qué pasaría si la televisión, los diarios y las radios se dedicaran a hablar de lo que Botnia genera con el mismo entusiasmo con el que hablan de lo que genera el corte de ruta?
Con tanta contaminación en el aire, pocas cosas están tan claras como que, en desigualdad de condiciones, Gualeguaychú está dando una pelea que por legítima, por respaldo, por genuina y por capacidad de movilización, tiene una potencia y una potencialidad imposible de desconocer.
En los más de cinco años de reclamos, Arroyo Verde se ha transformado en el espacio simbólico más representativo de la Asamblea. Si como dicen, “la única lucha que se pierde es la que se abandona”, Gualeguaychú tiene sobrados argumentos para creer que aún no está dicha la última palabra.
Los motivos, queda claro, abundan.
Y eso, para los descreídos, es otro golpe de knock out.
ANEXO:
BOTNIA: UN AÑO NO MUY FELIZ
Septiembre de 2007: El Ministerio de Medio Ambiente uruguayo encuentra “fisuras” en una de las piletas. BOTNIA paraliza, temporalmente, sus obras.
Noviembre de 2007: Once operarios son derivados al hospital de Fray Bentos tras intoxicarse con sulfuro de sodio, lo que les provoca problemas en la piel y las vías respiratorias. La pastera se encontraba ya en período de pruebas. Ante las consultas, le echa la culpa al viento, responsabilizándolo “por haber hecho volar por el aire el polvillo tóxico”.
21 de noviembre de 2007: 22 chicos de un colegio de Fray Bentos se intoxican por una nube toxica que emana BOTNIA. Los alumnos deben ser internados por sufrir mareos y vómitos. La maestra relata que el olor era insoportable, que pensaba que había explotado la garrafa del colegio pero que al abrir la ventana el olor era mucho peor. La empresa sólo pide disculpas.
Diciembre de 2007: Episodio similar al anterior, pero en una escuela del otro lado del Río Uruguay, en las afueras de Gualeguaychú. Alumnos deben ser internados de urgencia. La empresa se llama a silencio.
Diciembre de 2007: Cuatro obreros deben ser internados por un derrame de cloro. La empresa minimiza el hecho.
Diciembre de 2007: Un empleado finlandés se quema con licor negro cuando realizaba tareas en la caldera de recuperación. De acuerdo con lo detallado por la Jefatura de Policía de Río Negro (del Departamento de Fray Bentos), el accidentado “se quemó los dos brazos y parte del cuello”, por lo que es trasladado a un centro de salud de la zona.
15 de diciembre de 2007: Por un nuevo accidente en BOTNIA, cuatro obreros deben ser internados. El episodio ocurre el martes 11 aunque se conoce el sábado 15. Los operarios son afectados por un derrame de cloro que les provoca irritación en las vías respiratorias y la vista. Según trasciende, estaban trabajando en la torre de enfriamiento de la planta de tratamiento del agua. Son trasladados a una clínica de Fray Bentos con ardor en los ojos y en la garganta; el más afectado de los cuatro permanece dos días en observación.
Enero de 2008: La planta tiene un desperfecto en un instrumento de medición, lo que genera que se apagara la caldera principal, y por ende, toda la fábrica. Provoca un importante derrame de celulosa semilíquida sobre el Río Uruguay. Nuevamente, la empresa y el Gobierno uruguayo minimizan el hecho.
31 de enero de 2008: Nuevo “accidente”: se derramaron 200 toneladas de pasta de celulosa al río Uruguay. Como consecuencia, la pastera permanece inactiva durante algunos días. Voceros de la empresa confirman el derrame y su volumen, aunque se encargan de aclarar que no era material tóxico. No obstante, la zona de Fray Bentos vuelve a quedar impregnada de olor a “ácido de batería”, que distintos expertos aseguran ser tóxico.
Febrero de 2008: Muere un obrero. Juan Pedro Molina, de 31 años, uruguayo y empleado de la empresa contratista Cujó, sufre un accidente mientras realiza tareas de terminación de obra.
3 de abril de 2008: Muere un obrero. Otro “accidente” laboral provoca la muerte del trabajador chileno Rodrigo Rivero, de 33 años, quien desempeñaba tareas con la moladora en la zona cercana a la chimenea de la planta, en las denominadas “calderas de recuperación”. Una "viga hache" de metal, de 1,2 metros y 10 centímetros de ancho, cae desde una altura de 20 metros e impacta en la cabeza del obrero, que fallece en el acto.
Agosto de 2008: Una “nube incontrolada de sulfuro de sodio” provoca una fuerte dolencia en las vías respiratorias de los trabajadores de la planta. Resultado: 24 personas intoxicadas. El olor se siente en todo Fray Bentos.
18 de septiembre hasta primeros días de octubre de 2008: Un fuerte olor a ácido de batería inunda Fray Bentos filtrándose en hogares. Alcanza pueblos más lejanos como Las Cañas y Nueva Berlin. Los habitantes denuncian que el aire se hace irrespirable y que al abrir las ventanas el olor es más fuerte. Aumentan las consultas tanto en los centros de salud de Fray Bentos como en los de Gualeguaychú. Síntoma inmediato: nauseas, sequedad en garganta. Las autoridades no dan respuesta y BOTNIA se llama a silencio. Luego de varias semanas, la DINAMA (Dirección Nacional de Medio Ambiente) reconoce que el olor es fuerte. Sin embarbo no logra “encontrar” el origen del olor. El organismo, no obstante, emite un comunicado en el que asegura que “no habrá consecuencias a la salud ni al medio ambiente”.
7 de noviembre: Botnia paraliza su producción por dos semanas para realizar actividades de mantenimiento. Según el comunicado oficial de la empresa, el motivo principal para tomar la decisión es “el debilitamiento del mercado y el crecimiento del stock de pulpa de celulosa”.
Desde el 9 de noviembre de 2007: Desde su puesta en funcionamiento Botnia ha arrojado al agua y al aire mas de 4000 toneladas de contaminantes todos de reconocida toxicidad, aguda o crónica: metales pesados, órganos clorados, dioxinas y furanos (todos tóxicos acumulables persistentes), compuestos órganos sulfurados, nitratos, nitrógeno, fósforos, sulfuros y gases altamente peligrosos (SO2, SH2, y NOx).
(fuente)
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