martes, 13 de mayo de 2008
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Finlandia, América del sur y los discursos nacionalistas en el papel - 13/05/2008
Por: Markus Kröger (especial para ARGENPRESS.info)
“No a las papeleras” es la frase que se lee en las paredes, autos, ventanas y puertas de Gualeguaychú. La bandera celeste y blanca con una banda roja es considerada ya no sólo como la representación de la Provincia de Entre Ríos, sino como símbolo de resistencia. En el camino hacia el puente internacional que cruza el Río Uruguay hacia Fray Bentos un cartel con la bandera azul y blanca de Finlandia apunta a Uruguay. En el mismo se lee la frase: “5 km. República Oriental de Botnia”.
Desde que comenzó la diputa por la instalación de plantas de pulpa de papel- con Botnia en el foco de atención, al ser con más de 1.000 millones de euros la mayor inversión privada desde Finlandia en el exterior - algunos argentinos y uruguayos han hecho casi todo lo posible para evitarla.. En las noticias los descontentos han sido calificados como “irracionales” y “medioambientalistas” y que son debidos a una resistencia ideológica a la modernización.
En realidad la resistencia es mucho más compleja. Las inversiones en las plantas de pulpa no son confrontadas sólo por críticas medioambientales, sino también por causas económicas, políticas y culturales. La confrontación se lleva adelante en niveles muy amplios en los cuales confluyen distintos motivos.
La industria del papel ha tenido conflictos ambientales en Finlandia y debe confrontarse con agrupamientos tales como los aborígenes Sami del norte del país.. Los Sami desearían que sus tierras siguieran siendo usadas para la cría de venados, en lugar que sus bosques naturales fueran convertidos en pulpa por el Estado finlandés y el grupo Stora Enso. La disputa no se desarrolla sólo entre polos “ambientalistas” y “económicos”, sino también de economías “tipo A” versus una “tipo B” dentro de la industria del papel. Ello también ocurre a nivel internacional, inclusive en América Latina. Por ejemplo, en Brasil los movimientos de campesinos “sin tierra” y grupos aborígenes reclaman que las plantaciones de eucaliptos son parte de la expansión de los agronegocios y causales de la imposibilidad del acceso a la tierra de los campesinos marginados.
Ellos tienen razón: las inversiones en producción de pulpa en América Latina pueden ser reconocidas como parte de una profunda transformación estructural del ámbito rural por parte de los agronegocios. La expansión de éstos es un fenómeno enorme y una inmanente causa estructural en las disputas por las inversiones para la fabricación de pulpa de papel.
También en Gualeguaychú, los puntos de las resistencia son también relacionables con la evolución de los agronegocios Quienes están en contra a la instalación de plantas de pulpa de papel son un grupo heterodoxo. Ellos argumentan que las plantaciones forestales y sus productos podrían ser utilizados más eficientemente para generar más empleos y brindar mayores beneficios macroeconómicos - en particular locales-, por ejemplo a través del desarrollo de las industrias del mueble o de la construcción de viviendas. O que las tierras no debiera ser utilizadas en forma generalizada para la plantación de eucaliptos, sino ser utilizadas más eficientemente.
Existe en Finlandia un dicho: “el dinero huele”. Se refiere a la prosperidad brindada por las fábricas de pulpa y papel a poblaciones del campo. Ellas han generado trabajos bien pagos y han sido la columna vertebral para economías de áreas rurales distantes, haciendo posible un desarrollo de Finlandia menos centralizado. Ahora los puestos de trabajo se mueven hacia el exterior, hacia América Latina, el futuro hogar de la producción de pulpa. En tanto las nuevas plantas de producción se ponen en marcha, se cierran en Finlandia instalaciones aún productivas y rentables. Los trabajadores finlandeses de esta actividad están aterrorizados: ellos y sus pueblos querrían que la industria se mantuviera en Finlandia.
No es el “pueblo finlandés” el que está radicando las plantas de pulpa en el exterior. Existen en Finlandia diferentes sectores, y la industria del papel es uno muy específico, que tiene su propia lógica, y no puede identificarse como “el pueblo finlandés”. Una parte de los finlandeses puede tener beneficios por las nuevas instalaciones en América Latina, pero es un grupo más pequeño que el de los que pierden el trabajo. Existe una transformación laboral que genera en Finlandia un nuevo tipo de producción, pero en última instancia los resultados de este cambio estructural no son claros. Algunos ganan y otros pierden también en Finlandia. En las nuevas fábricas se observa un alto nivel de mecanización, lo cual significa que los trabajos son transferidos desde sectores laborales amplios hacia un número menor de profesionales de clase media, tales como ingenieros químicos y consultores.
Si acaso en Finlandia la pulpa huele a dinero, en Argentina y Uruguay sólo huele. Los beneficios económicos se concentran en las compañías. Por lo tanto en Uruguay y en Argentina quienes deben oler las emanaciones de Botnia debieran lograr compensación por sus pérdidas.
Sería una buena estrategia para la Asamblea de Gualeguaychú el transformar su “No” absoluto en demanda por compensaciones. En particular, el daño en sector turístico debiera ser reconocido tanto por Botnia como por otras empresas.
La planta de Botnia está allí, operando. Sería muy importante que este caso se convirtiera en un punto de referencia global por el cual se respetara la democracia local y personas y actividades fueran resarcidas. Las fronteras nacionales fueron violadas, pero la industrial del papel debiera tomar en cuenta la democracia local, siendo que su impacto incide también en otro país.
El modelo de la fabricación de la pulpa podría ser transformado. En el conflicto en el Río Uruguay una inversión se encuentra con una iniciativa democrática local bien organizada y con una frontera internacional. La industria del papel debe afrontar un país latinoamericano con una fuerte democracia y un pueblo con capacidad para manifestar sus críticas.. El marco de la disputa ha traído al “caso Botnia” mucha difusión. Esta fuerza debiera ser utilizada para impulsar la transformación de las prácticas de la industria del papel a nivel global.. La Asamblea de Gualeguaychú y Argentina podrían poner en marcha una nueva tendencia mundial en marco de mayores negociaciones y no sólo a través de manifestaciones de descontento tildadas por sus opositores como “irracionales”.
La industria del papel tiene mucho que aprender, y ella misma lo reconoce.. El demonizar una industria, una compañía u otras personas por razones de diferencias nacionalistas es destructivo. Necesitamos ahora la construcción de puentes y no su bloqueo. El sabotaje sólo perjudicaría la causa de quienes quieren que la industria del papel realmente cambie., se desarrolle una mayor integración regional y se profundice la participación democrática.
Los discursos del Estado finlandés, la prensa y de la industria del papel en torno a las nuevas inversiones para la industrialización de pulpa han sido tristemente- nacionalistas. Dando continuidad al tradicional y fuerte entrelazamiento entre el Estado y la industria forestal en épocas de alto nacionalismo en la década el 20 y despúes, nosotros tenemos aún en Finlandia la creencia que podríamos siempre tener simplemente en cuenta los intereses de todos. Este mito nacional está protegido por el sentido de tabú que envuelve la industria del papel como “columna vertebral de la economía”. Es muy difícil que haya voces críticas a la industria del papel publicadas o difundidas en los medios de prensa.. De todas formas, resulta crucial que se abra inmediatamente el debate, cuando observamos tan claramente que el impacto finlandés en el exterior – a través de las inversiones en plantas de pulpa- no es general tan agradable como querrían suponer los discursos nacionalistas.
Se requiere autocrítica para la aseveración que “nosotros los finlandeses” estamos produciendo sólo productos de calidad, amigables al medio ambiente, con tecnología limpia. En la actualidad esa imagen es reconocida y Finlandia se ubica en lugares preeminentes de los rankings internacionales. En gran medida,, ello es cierto, pero no parece fáctico como prueba empírica cuando, por ejemplo, se producen accidentes en plantas de pulpa de papel en otros lugares del mundo. Los ejemplos negativos de la industria finlandesa globalizada son minimizados por la prensa y el Estado de Finlandia, y los ciudadanos deben acceder a la información por canales alternativos. Los finlandeses pueden cuestionarse la vinculación del Estado con los nuevos proyectos de la industria del papel en el exterior: ¿ resulta de utilidad brindar apoyo a las inversiones con el dinero de los contribuyentes para que las empresas trasladen sus instalaciones al exterior ? Existe falta de transparencia en cuanto a la vinculación de las agencia de créditos de exportación con inversiones externas parcialmente públicas.
En su conjunto los “finlandeses” no son lo mismo que las inversiones de la industria papelera. Las manifestaciones en la puerta de la Embajada de Finlandia en Buenos Aires crean una falsa imagen de un conflicto nacionalista “nosotros vs. ellos ”. Seria de alguna forma lo mismo que imputar a los pueblos de EEUU y Gran Bretaña por lo que hacen sus gobiernos en Irak. Estas demostraciones no benefician a nadie, pero ubican el conflicto en líneas generadoras de nacionalismos enteramente mal informados. Tampoco lo hacen los ataques contra representantes de la prensa finlandesa. Todo esto ha causado un gran daño para los argentinos desde la visión de Finlandia.. La imagen simplificadora de “los arrogantes argentinos” gana lugar con estos actos. El odio alimenta más odio, y sus víctimas nunca son los verdaderos culpables.
¿Son empresas como Metsä-Botnia UPM-Kymmene y Stora Enso “finlandesas”? Ellas son firmas multinacionales que han utilizado con éxito sus referencias “finlandesas”, sus discursos y opiniones nacionalistas, esto es política. Todas las inversiones internacionales son motorizadas por movimientos en torno a la política y la diplomacia y no sólo por las fuerzas del mercado, los menores costos o los argumentos ambientales más contundentes que justifican los nuevos lugares de producción.
Además del clásico capital económico, el capital simbólico puede jugar un rol para asegurar nuevas inversiones. La industria del papel ha utilizado su imagen finlandesa sin consultar a los finlandeses que en su mayor parte desconocen el peligro y el contexto en que su imagen es apropiada para fines de negocios. Uno debiera preguntar a una empresa que se presenta a si misma como fuertemente “finlandesa” o de un “país con alta tecnología”, si acaso no existe alguna otra razón para resaltar tal encuadre. Tales discursos apuntan a legitimizar las inversiones capitalizando el poder simbólico de “Finlandia”.
La historia de Finlandia y el rol de la industrial del papel en la misma debieran ser conocidos antes de aceptar la afirmación de lo “finlandés” de la industria del papel. Lamentablemente, algunos políticos, tal como ocurre en Brasil, han comprado la argumentación y esperan que su país vaya a ser tan próspero como Finlandia. Pero ello no es necesariamente así: estamos hablando de un desarrollo diametralmente distinto de las inversiones de gran escala para la fabricación de pulpa de papel en “El Sur Global” cuando hacemos mención al papel histórico de las inversiones de la industria del papel en Finlandia.
Cuando Argentina y Uruguay ya eran hace 100 años países del Primer Mundo, Finlandia era un país en desarrollo. Las naciones europeas occidentales tales como Gran Bretaña demandaban de Finlandia casi únicamente productos de madera, lo cual llevó a la dependencia y a un fuerte desarrollo basado en la industria forestal. Décadas de dedicación llevaron a Finlandia a ganar un lugar de liderazgo mundial en este sector. Pero ello no fue un logro de la industria forestal, sino de una lucha política amplia para crear una economía en la cual se favoreciera la competencia, la cooperación y la igualdad en la distribución.
Las compañías buscaron maximizar sus ganancias, y la concentración de las actividades económicas fue balanceada por la organización de la sociedad civil y el poder político. Los pequeños propietarios obtuvieron títulos de propiedad de tierras forestales y organizaron cooperativas con capacidad y eficiencia de organización para lograr mayores precios en la venta de su madera a las industrias Los trabajadores reclamaron mayores salarios y una mayor participación en los beneficios de las empresas. Ninguno ganó la batalla, pero todos alcanzaron un punto medio para crear un consenso nacional: ésta fue la clave de la nación finlandesa y el éxito de su industria forestal. Esta es una “Tercera Vía” entre el capitalismo y el socialismo.
El Estado de Finlandia promulgó leyes que limitaron la propiedad de la tierra por parte de las compañías forestales llevando adelante un amplia reforma agraria que abolió los latifundios y sus relaciones de poder. Surgió la necesidad de competir con la calidad en lugar de hacerlo con la cantidad. Se requirió la cooperación y la innovación, y ello llevó al desarrollo de un sistema - o como hoy se denomina, “cluster”.- que distribuyó nacionalmente prosperidad y conocimientos. La sociedad se organizó y utilizó su poder político y estatal para poner límites a los magnates de la industria papelera.
La estrategia finlandesa de reforma agraria y de creación de una estructura de regulaciones para la cooperación y la competencia podría ser usada hoy por los países de América Latina para su muy expansivo sector de agro-negocios, en la perspectiva de alcanzar una mayor prosperidad general. Ello significaría competir con la calidad en lugar que con la cantidad.
Las empresas finlandesas están en la búsqueda del retorno a la “edad de oro” de principios del siglo XX a través de un raudo retroceso hacia los patrones del siglo XIX. El cambio estructural global de la industria de la pasta y el papel ha incluido como tendencia preeminente cultural la valoración de la “eficiencia” de los árboles de eucaliptos plantados y ordenados como soldados en línea. La industria del papel puede desear tender a retroceder a los tiempos cuando las fuerzas de la sociedad no establecían regulaciones para sus negocios y sus firmas controlaban todo el juego.
Las empresas encuentran un contexto perfecto para lograr sus aspiraciones culturales en lugares como América del Sur, el Sudeste Asiático, y Africa. Ahora que la resistencia ha ido creciendo en América Latina algunas inversiones han sido puestas en duda, lo cual significa que la industria puede virar su atención hacia lugares que suponen más fáciles como Africa. Ansían volver a los tiempos y los contextos en los cuales controlaban todo el proceso desde el principio al fin, sin pequeños propietarios o sindicalistas inmiscuyéndose en sus asuntos. Las compañías papeleras quieren retomar el poder que perdieron en el curso de la formación nacional de Finlandia que, paradójicamente, hoy reasegura a la industria del papel su éxito. Ahora, la industria hace uso del enorme apoyo que había conseguido del Estado para desarrollar su capacidad productiva en Finlandia para irse del país.
En el proceso de desarrollo de un marco regulatorio para la industria del papel, Finlandia marchó hacia“Estado Bienestar” y una economía próspera cuyos miembros no aceptaron el rol pasivo y dominado de las relaciones de poder oligárquicas. Podemos observar en la última etapa de la globalización la intención de retornar a los ideales del siglo XIX… hasta que los argentinos, uruguayos y brasileños, por ejemplo, demanden su propia parte.
La industria del papel debería respetar la democracia local y la transparencia de sus nuevos proyectos Si no lo hace así, tal como ha sido el caso no sólo en el Río Uruguay sino en todo el mundo, ella seguirá teniendo siempre problemas. Esto no puede continuar. Tiene que haber un modelo más equilibrado de inversión que el de las plantas de gran escala y las gigantescas plantaciones de eucaliptos. El modelo debe ser negociado en conjunto con la población local en cada lugar: y la empresas podrían ser igualmente rentables...
Si las compañías papeleras se promueven a si mismas como “finlandesas”, ellas podrían favorecer un marco regulatorio mayor y un desarrollo más amplio en lugar de pelear contra todo tipo de regulaciones, aun las más mínimas, para sus actividades en los países en los cuales invierten. Tal como se ha demostrado, al final, en el largo plazo, ello puede ser lo más ventajoso para la propia industria. La regulación de las plantaciones de eucaliptos y el tamaño de las plantas en paralelo con la atención a la distribución de la prosperidad debieran ser en realidad el “modelo finlandés” a seguir.
(fuente)
Por: Markus Kröger (especial para ARGENPRESS.info)
“No a las papeleras” es la frase que se lee en las paredes, autos, ventanas y puertas de Gualeguaychú. La bandera celeste y blanca con una banda roja es considerada ya no sólo como la representación de la Provincia de Entre Ríos, sino como símbolo de resistencia. En el camino hacia el puente internacional que cruza el Río Uruguay hacia Fray Bentos un cartel con la bandera azul y blanca de Finlandia apunta a Uruguay. En el mismo se lee la frase: “5 km. República Oriental de Botnia”.
Desde que comenzó la diputa por la instalación de plantas de pulpa de papel- con Botnia en el foco de atención, al ser con más de 1.000 millones de euros la mayor inversión privada desde Finlandia en el exterior - algunos argentinos y uruguayos han hecho casi todo lo posible para evitarla.. En las noticias los descontentos han sido calificados como “irracionales” y “medioambientalistas” y que son debidos a una resistencia ideológica a la modernización.
En realidad la resistencia es mucho más compleja. Las inversiones en las plantas de pulpa no son confrontadas sólo por críticas medioambientales, sino también por causas económicas, políticas y culturales. La confrontación se lleva adelante en niveles muy amplios en los cuales confluyen distintos motivos.
La industria del papel ha tenido conflictos ambientales en Finlandia y debe confrontarse con agrupamientos tales como los aborígenes Sami del norte del país.. Los Sami desearían que sus tierras siguieran siendo usadas para la cría de venados, en lugar que sus bosques naturales fueran convertidos en pulpa por el Estado finlandés y el grupo Stora Enso. La disputa no se desarrolla sólo entre polos “ambientalistas” y “económicos”, sino también de economías “tipo A” versus una “tipo B” dentro de la industria del papel. Ello también ocurre a nivel internacional, inclusive en América Latina. Por ejemplo, en Brasil los movimientos de campesinos “sin tierra” y grupos aborígenes reclaman que las plantaciones de eucaliptos son parte de la expansión de los agronegocios y causales de la imposibilidad del acceso a la tierra de los campesinos marginados.
Ellos tienen razón: las inversiones en producción de pulpa en América Latina pueden ser reconocidas como parte de una profunda transformación estructural del ámbito rural por parte de los agronegocios. La expansión de éstos es un fenómeno enorme y una inmanente causa estructural en las disputas por las inversiones para la fabricación de pulpa de papel.
También en Gualeguaychú, los puntos de las resistencia son también relacionables con la evolución de los agronegocios Quienes están en contra a la instalación de plantas de pulpa de papel son un grupo heterodoxo. Ellos argumentan que las plantaciones forestales y sus productos podrían ser utilizados más eficientemente para generar más empleos y brindar mayores beneficios macroeconómicos - en particular locales-, por ejemplo a través del desarrollo de las industrias del mueble o de la construcción de viviendas. O que las tierras no debiera ser utilizadas en forma generalizada para la plantación de eucaliptos, sino ser utilizadas más eficientemente.
Existe en Finlandia un dicho: “el dinero huele”. Se refiere a la prosperidad brindada por las fábricas de pulpa y papel a poblaciones del campo. Ellas han generado trabajos bien pagos y han sido la columna vertebral para economías de áreas rurales distantes, haciendo posible un desarrollo de Finlandia menos centralizado. Ahora los puestos de trabajo se mueven hacia el exterior, hacia América Latina, el futuro hogar de la producción de pulpa. En tanto las nuevas plantas de producción se ponen en marcha, se cierran en Finlandia instalaciones aún productivas y rentables. Los trabajadores finlandeses de esta actividad están aterrorizados: ellos y sus pueblos querrían que la industria se mantuviera en Finlandia.
No es el “pueblo finlandés” el que está radicando las plantas de pulpa en el exterior. Existen en Finlandia diferentes sectores, y la industria del papel es uno muy específico, que tiene su propia lógica, y no puede identificarse como “el pueblo finlandés”. Una parte de los finlandeses puede tener beneficios por las nuevas instalaciones en América Latina, pero es un grupo más pequeño que el de los que pierden el trabajo. Existe una transformación laboral que genera en Finlandia un nuevo tipo de producción, pero en última instancia los resultados de este cambio estructural no son claros. Algunos ganan y otros pierden también en Finlandia. En las nuevas fábricas se observa un alto nivel de mecanización, lo cual significa que los trabajos son transferidos desde sectores laborales amplios hacia un número menor de profesionales de clase media, tales como ingenieros químicos y consultores.
Si acaso en Finlandia la pulpa huele a dinero, en Argentina y Uruguay sólo huele. Los beneficios económicos se concentran en las compañías. Por lo tanto en Uruguay y en Argentina quienes deben oler las emanaciones de Botnia debieran lograr compensación por sus pérdidas.
Sería una buena estrategia para la Asamblea de Gualeguaychú el transformar su “No” absoluto en demanda por compensaciones. En particular, el daño en sector turístico debiera ser reconocido tanto por Botnia como por otras empresas.
La planta de Botnia está allí, operando. Sería muy importante que este caso se convirtiera en un punto de referencia global por el cual se respetara la democracia local y personas y actividades fueran resarcidas. Las fronteras nacionales fueron violadas, pero la industrial del papel debiera tomar en cuenta la democracia local, siendo que su impacto incide también en otro país.
El modelo de la fabricación de la pulpa podría ser transformado. En el conflicto en el Río Uruguay una inversión se encuentra con una iniciativa democrática local bien organizada y con una frontera internacional. La industria del papel debe afrontar un país latinoamericano con una fuerte democracia y un pueblo con capacidad para manifestar sus críticas.. El marco de la disputa ha traído al “caso Botnia” mucha difusión. Esta fuerza debiera ser utilizada para impulsar la transformación de las prácticas de la industria del papel a nivel global.. La Asamblea de Gualeguaychú y Argentina podrían poner en marcha una nueva tendencia mundial en marco de mayores negociaciones y no sólo a través de manifestaciones de descontento tildadas por sus opositores como “irracionales”.
La industria del papel tiene mucho que aprender, y ella misma lo reconoce.. El demonizar una industria, una compañía u otras personas por razones de diferencias nacionalistas es destructivo. Necesitamos ahora la construcción de puentes y no su bloqueo. El sabotaje sólo perjudicaría la causa de quienes quieren que la industria del papel realmente cambie., se desarrolle una mayor integración regional y se profundice la participación democrática.
Los discursos del Estado finlandés, la prensa y de la industria del papel en torno a las nuevas inversiones para la industrialización de pulpa han sido tristemente- nacionalistas. Dando continuidad al tradicional y fuerte entrelazamiento entre el Estado y la industria forestal en épocas de alto nacionalismo en la década el 20 y despúes, nosotros tenemos aún en Finlandia la creencia que podríamos siempre tener simplemente en cuenta los intereses de todos. Este mito nacional está protegido por el sentido de tabú que envuelve la industria del papel como “columna vertebral de la economía”. Es muy difícil que haya voces críticas a la industria del papel publicadas o difundidas en los medios de prensa.. De todas formas, resulta crucial que se abra inmediatamente el debate, cuando observamos tan claramente que el impacto finlandés en el exterior – a través de las inversiones en plantas de pulpa- no es general tan agradable como querrían suponer los discursos nacionalistas.
Se requiere autocrítica para la aseveración que “nosotros los finlandeses” estamos produciendo sólo productos de calidad, amigables al medio ambiente, con tecnología limpia. En la actualidad esa imagen es reconocida y Finlandia se ubica en lugares preeminentes de los rankings internacionales. En gran medida,, ello es cierto, pero no parece fáctico como prueba empírica cuando, por ejemplo, se producen accidentes en plantas de pulpa de papel en otros lugares del mundo. Los ejemplos negativos de la industria finlandesa globalizada son minimizados por la prensa y el Estado de Finlandia, y los ciudadanos deben acceder a la información por canales alternativos. Los finlandeses pueden cuestionarse la vinculación del Estado con los nuevos proyectos de la industria del papel en el exterior: ¿ resulta de utilidad brindar apoyo a las inversiones con el dinero de los contribuyentes para que las empresas trasladen sus instalaciones al exterior ? Existe falta de transparencia en cuanto a la vinculación de las agencia de créditos de exportación con inversiones externas parcialmente públicas.
En su conjunto los “finlandeses” no son lo mismo que las inversiones de la industria papelera. Las manifestaciones en la puerta de la Embajada de Finlandia en Buenos Aires crean una falsa imagen de un conflicto nacionalista “nosotros vs. ellos ”. Seria de alguna forma lo mismo que imputar a los pueblos de EEUU y Gran Bretaña por lo que hacen sus gobiernos en Irak. Estas demostraciones no benefician a nadie, pero ubican el conflicto en líneas generadoras de nacionalismos enteramente mal informados. Tampoco lo hacen los ataques contra representantes de la prensa finlandesa. Todo esto ha causado un gran daño para los argentinos desde la visión de Finlandia.. La imagen simplificadora de “los arrogantes argentinos” gana lugar con estos actos. El odio alimenta más odio, y sus víctimas nunca son los verdaderos culpables.
¿Son empresas como Metsä-Botnia UPM-Kymmene y Stora Enso “finlandesas”? Ellas son firmas multinacionales que han utilizado con éxito sus referencias “finlandesas”, sus discursos y opiniones nacionalistas, esto es política. Todas las inversiones internacionales son motorizadas por movimientos en torno a la política y la diplomacia y no sólo por las fuerzas del mercado, los menores costos o los argumentos ambientales más contundentes que justifican los nuevos lugares de producción.
Además del clásico capital económico, el capital simbólico puede jugar un rol para asegurar nuevas inversiones. La industria del papel ha utilizado su imagen finlandesa sin consultar a los finlandeses que en su mayor parte desconocen el peligro y el contexto en que su imagen es apropiada para fines de negocios. Uno debiera preguntar a una empresa que se presenta a si misma como fuertemente “finlandesa” o de un “país con alta tecnología”, si acaso no existe alguna otra razón para resaltar tal encuadre. Tales discursos apuntan a legitimizar las inversiones capitalizando el poder simbólico de “Finlandia”.
La historia de Finlandia y el rol de la industrial del papel en la misma debieran ser conocidos antes de aceptar la afirmación de lo “finlandés” de la industria del papel. Lamentablemente, algunos políticos, tal como ocurre en Brasil, han comprado la argumentación y esperan que su país vaya a ser tan próspero como Finlandia. Pero ello no es necesariamente así: estamos hablando de un desarrollo diametralmente distinto de las inversiones de gran escala para la fabricación de pulpa de papel en “El Sur Global” cuando hacemos mención al papel histórico de las inversiones de la industria del papel en Finlandia.
Cuando Argentina y Uruguay ya eran hace 100 años países del Primer Mundo, Finlandia era un país en desarrollo. Las naciones europeas occidentales tales como Gran Bretaña demandaban de Finlandia casi únicamente productos de madera, lo cual llevó a la dependencia y a un fuerte desarrollo basado en la industria forestal. Décadas de dedicación llevaron a Finlandia a ganar un lugar de liderazgo mundial en este sector. Pero ello no fue un logro de la industria forestal, sino de una lucha política amplia para crear una economía en la cual se favoreciera la competencia, la cooperación y la igualdad en la distribución.
Las compañías buscaron maximizar sus ganancias, y la concentración de las actividades económicas fue balanceada por la organización de la sociedad civil y el poder político. Los pequeños propietarios obtuvieron títulos de propiedad de tierras forestales y organizaron cooperativas con capacidad y eficiencia de organización para lograr mayores precios en la venta de su madera a las industrias Los trabajadores reclamaron mayores salarios y una mayor participación en los beneficios de las empresas. Ninguno ganó la batalla, pero todos alcanzaron un punto medio para crear un consenso nacional: ésta fue la clave de la nación finlandesa y el éxito de su industria forestal. Esta es una “Tercera Vía” entre el capitalismo y el socialismo.
El Estado de Finlandia promulgó leyes que limitaron la propiedad de la tierra por parte de las compañías forestales llevando adelante un amplia reforma agraria que abolió los latifundios y sus relaciones de poder. Surgió la necesidad de competir con la calidad en lugar de hacerlo con la cantidad. Se requirió la cooperación y la innovación, y ello llevó al desarrollo de un sistema - o como hoy se denomina, “cluster”.- que distribuyó nacionalmente prosperidad y conocimientos. La sociedad se organizó y utilizó su poder político y estatal para poner límites a los magnates de la industria papelera.
La estrategia finlandesa de reforma agraria y de creación de una estructura de regulaciones para la cooperación y la competencia podría ser usada hoy por los países de América Latina para su muy expansivo sector de agro-negocios, en la perspectiva de alcanzar una mayor prosperidad general. Ello significaría competir con la calidad en lugar que con la cantidad.
Las empresas finlandesas están en la búsqueda del retorno a la “edad de oro” de principios del siglo XX a través de un raudo retroceso hacia los patrones del siglo XIX. El cambio estructural global de la industria de la pasta y el papel ha incluido como tendencia preeminente cultural la valoración de la “eficiencia” de los árboles de eucaliptos plantados y ordenados como soldados en línea. La industria del papel puede desear tender a retroceder a los tiempos cuando las fuerzas de la sociedad no establecían regulaciones para sus negocios y sus firmas controlaban todo el juego.
Las empresas encuentran un contexto perfecto para lograr sus aspiraciones culturales en lugares como América del Sur, el Sudeste Asiático, y Africa. Ahora que la resistencia ha ido creciendo en América Latina algunas inversiones han sido puestas en duda, lo cual significa que la industria puede virar su atención hacia lugares que suponen más fáciles como Africa. Ansían volver a los tiempos y los contextos en los cuales controlaban todo el proceso desde el principio al fin, sin pequeños propietarios o sindicalistas inmiscuyéndose en sus asuntos. Las compañías papeleras quieren retomar el poder que perdieron en el curso de la formación nacional de Finlandia que, paradójicamente, hoy reasegura a la industria del papel su éxito. Ahora, la industria hace uso del enorme apoyo que había conseguido del Estado para desarrollar su capacidad productiva en Finlandia para irse del país.
En el proceso de desarrollo de un marco regulatorio para la industria del papel, Finlandia marchó hacia“Estado Bienestar” y una economía próspera cuyos miembros no aceptaron el rol pasivo y dominado de las relaciones de poder oligárquicas. Podemos observar en la última etapa de la globalización la intención de retornar a los ideales del siglo XIX… hasta que los argentinos, uruguayos y brasileños, por ejemplo, demanden su propia parte.
La industria del papel debería respetar la democracia local y la transparencia de sus nuevos proyectos Si no lo hace así, tal como ha sido el caso no sólo en el Río Uruguay sino en todo el mundo, ella seguirá teniendo siempre problemas. Esto no puede continuar. Tiene que haber un modelo más equilibrado de inversión que el de las plantas de gran escala y las gigantescas plantaciones de eucaliptos. El modelo debe ser negociado en conjunto con la población local en cada lugar: y la empresas podrían ser igualmente rentables...
Si las compañías papeleras se promueven a si mismas como “finlandesas”, ellas podrían favorecer un marco regulatorio mayor y un desarrollo más amplio en lugar de pelear contra todo tipo de regulaciones, aun las más mínimas, para sus actividades en los países en los cuales invierten. Tal como se ha demostrado, al final, en el largo plazo, ello puede ser lo más ventajoso para la propia industria. La regulación de las plantaciones de eucaliptos y el tamaño de las plantas en paralelo con la atención a la distribución de la prosperidad debieran ser en realidad el “modelo finlandés” a seguir.
(fuente)
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