domingo, 16 de marzo de 2008
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“Las empresas no dicen la verdad” - 16/03/2008
Hijo de Gualeguaychú, doctor en Química e investigador del Conicet, Lázaro Francisco Cafferata es un entusiasta de la causa de Gualeguaychú contra la instalación de las pasteras sobre el río Uruguay.
Y desde ese sitio ha escrito un artículo dirigido al mundo científico, para respaldar las razones de su pueblo.
En diálogo con EL DIA, explicó los riesgos para el medio ambiente y la salud que entraña esta radicación. Denunció que las empresas, y el silencio cómplice de algunos expertos, callan los efectos, al tiempo que desacreditó la propuesta del Uruguay de monitoreo ambiental.
“Las empresas no dicen la verdad de las cosas. A ellas sólo les importa el negocio. Por ejemplo, tienen un método de preparación de algo, pero no dicen si va a ser tóxico. Y más en este caso de Gualeguaychú. Las industrias papeleras están en el tercer orden mundial por riesgo ambiental”.
Así arrancó la entrevista con EL DIA el doctor en Química, Lázaro Francisco Cafferata, un científico oriundo de Gualeguaychú, quien es profesor en la Universidad Nacional de la Plata, e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Cafferata ha terminado, en colaboración con José A. Caram, también doctor en Química, un artículo sobre el riesgo de instalación de las pasteras sobre el río Uruguay. Un trabajo que, tras su publicación en una prestigiosa revista especializada, será puesto a consideración del mundo científico nacional e internacional.
Las conclusiones del escrito, según explicó, apoyan la tesitura de Gualeguaychú contra las pasteras. Y una vez que circule será objeto de discusión global. “Podría recibir objeciones desde Finlandia, por ejemplo”, indicó el entrevistado. Encabeza el articulo una pregunta: “¿Las fábricas de celulosa son realmente una amenaza para el ecosistema del Río Uruguay?”.
- ¿Cómo ha experimentado, como científico y gualeguaychuense, la reacción de la ciudad en este problema?
Cafferata:- Le puedo decir que los vecinos, sin un conocimiento químico de la cosa, han reaccionado intuitivamente bien. Y están haciendo una obra maravillosa. La proyección mundial que ha tenido este tema es impresionante. El sentido común ha hecho que la gente de Gualeguaychú se movilice. Indicándole que estas plantas harán daño al ecosistema de la zona. Y están en lo cierto. Y esa intuición tiene el respaldo de los que, desde la ciencia, podemos aportar razones científicas.
- ¿Por qué dice usted que las pasteras son un riesgo ambiental?
- En primer término, hay que decir que las mismas empresas (Botnia y Ence) dicen que contaminan. Esa afirmación aparece en los informes que han presentado. Al respecto, les cuento que he escrito, junto con el doctor en Química José A. Caram, un artículo que saldrá publicado en la revista de la Asociación Química Argentina, donde se ventilan temas técnico-científicos. Es un órgano importante de divulgación científica nacional e internacional. Ahí, en ese artículo, escrito en lenguaje científico, nosotros damos las razones, con referencia bibliográfica, sobre el problema y sus consecuencias sanitarias. Y empleamos todo el tiempo los dichos de la propia Botnia, para construir nuestro argumento. Por ejemplo, transcribimos palabras textuales de la secretaria de la embajada de Finlandia en Buenos Aires. Ahí también se reconoce la contaminación.
- A propósito, en una entrevista que este diario le realizó al ingeniero Carlos Faroppa, representante de Botnia, ante la pregunta de si la planta finalmente iba a contaminar, contestó: Sí, pero poco...
- Ése es un punto fuerte. Para un técnico, decir un ‘poco’ es no decir nada. Diría que quien dice eso en realidad es un impostor. Está ocultando algo. No da números. Es como con los análisis de ácido úrico. Los médicos, para tratar a cualquier paciente, tienen que saber exactamente esos niveles bioquímicos. Lo mismo pasa acá. Eso de ‘poco’ no tiene sentido. Acá, en realidad, hay que quedarse con la afirmación de las empresas de que van a contaminar.
Sustancias que no se degradan y que se acumulan en el ambiente
- Pero volvamos a las razones de por qué, según su criterio, tenemos que estar preocupados...
- La industria química, en distintos grados, es contaminante. Ese es un hecho. Ahora, hay producciones cuyos efectos se pueden neutralizar. Pero hay otras que contaminan con cosas que son muy peligrosas, y que son muy persistentes en el medio ambiente. Las industrias pasteras producen, justamente, este tipo de sustancias, que quedan en el medio ambiente por años. Se van acumulando. Y el ingeniero químico Pablo Preisz, en un artículo muy bueno del domingo último en el diario EL DIA, dice cuánto se va a acumular en 40 años, que es el espacio de tiempo que interesa a nuestros hijos y nietos. Repito, esas sustancias, producidas por las pasteras, son extremadamente resistentes a la degradación. No ocurre lo mismo, por ejemplo, con las empresas que producen detergente, ya que es una sustancia biodegradable. El problema es que las pasteras utilizan sustancias cloradas. Y el cloro y el azufre, metidos en las moléculas orgánicas, son lo más difícil de degradar. Son sustancias de una estabilidad asombrosa. Pongamos otro caso: el DDT, un veneno contra los mosquitos que se dejó de usar justamente porque era una sustancia persistente. Así, desde aquella época todos tenemos DDT en la grasa de nuestro cuerpo.
- Ahora, estas sustancias persistentes, ¿cómo se transmiten a los seres vivos?
- Ahí está el problema. En nuestro artículo científico mencionamos que se han hecho pruebas alimentando gallinas con aguas de pasteras. Resultado: las dioxinas van a parar a los huevos. Y así cuando las personas los comen, esas dioxinas se van acumulando en su organismo. Si bien la concentración es bajísima: una parte por trillón (esto es como hablar de un gramo de arena en mil toneladas de alimento), la acumulación en el tiempo es importante (...) Pero además hay muchas otras sustancias persistentes que originan las pasteras. Insisto, todas las que tienen cloro en su estructura molecular. Son sustancias que, en sentido figurado, si las golpea con un martillo no las rompe.
- A este proceso químico contaminante, se suma la magnitud de la producción que planea Botnia...
- Exactamente, es una mega-pastera. Que aunque producirá pequeñísimas cantidades de dioxina, esta se irá acumulando en el sedimento del río, en el suelo, en pequeñas cantidades en las aguas, y algo en el aire. Pero además se acumula en la grasa de los animales, los peces, porque estamos hablando de sustancias solubles en grasa. Entonces quienes coman un sábalo de la zona incorporarán a su organismo una buena cantidad de dioxinas. Los peces son bio-acumuladores (...) Es decir, el mayor riesgo para las personas es consumir alimentos contaminados. Huevos, carnes de animales, miel (...) Por otro lado, el aire recibirá el azufre del sulfuro de sodio que utiliza la planta para destruir la lignina, que es la que le da el color amarronado a la madera. Así queda una pasta de color oscuro. Y entonces se la trata con dióxido de cloro, que es un blanqueante excepcional (es una sustancia que se usa incluso para blanquear la harina que consumimos, aunque luego se lo elimina). El dióxido de cloro es una sustancia peligrosísima. Como le dije, porque tiene cloro. No obstante, es lo que se usa en el mundo. Porque, digámoslo claramente, Botnia aplicará aquí la mejor tecnología disponible hoy.
- ¿No hay otra tecnología?
- Mejor no. Para producir papel blanco, blanco, como exige el mundo, es la mejor. De ahí que haya pasteras de este tipo en todos lados, como Canadá, Estados Unidos, Australia. Frente a esta realidad, de última, lo que hay que hacer es mandar estas fábricas a lugares donde hagan el menor daño. ¿Por qué no ubican Botnia sobre el Océano Atlántico, a la altura del Chuy, por ejemplo?
- Pero las empresas ¿no necesitan el agua dulce?
- Creo que no. Porque en Escocia hay una pastera que funciona sobre el Mar del Norte. Al proceso, eso sí, hay que incorporarle la desalinización del agua. Calculo que para una empresa como Botnia esto no implicaría mayores inconvenientes.
“Es imposible el monitoreo”
- ¿Se pueden controlar las emisiones de la fábrica, que es la propuesta del gobierno uruguayo?
- Es prácticamente imposible controlar la contaminación que van a producir estas empresas. Y esto porque los análisis de estas cosas, dioxinas por ejemplo, son sumamente costosos. Hechos por equipos muy sofisticados que valen por lo menos 500 mil dólares. Y que deben ser manejados por expertos de primer nivel. Porque no con cualquier equipo se puede analizar el orden de concentraciones. Hay pocos laboratorios en el mundo que hacen análisis de esta naturaleza. Y un análisis de dioxina en sangre puede costar 1.400 dólares. Por tanto, ni hablar si usted tiene que controlar la dioxina que hay entre la gente o los peces de la zona. Además tiene que ir a esos laboratorios especiales. Es decir, resulta impracticable el control ambiental por los costos económicos y por lo sofisticado de la operación (...) Me he enterado, incluso, que en Gualeguaychú se quiere hacer un monitoreo actual de la situación, para después confrontar con lo que ocurrirá en el futuro. ¿Pero cómo lo van a hacer si no tienen los equipos de que le hablo?.
Científicos y dinero: relaciones peligrosas
- Pero el tema técnico no es tan claro para el público. Lo que uno ve es que no hay unanimidad científica sobre las consecuencias de las pasteras. ¿Por qué ocurre esto?
- Los científicos tampoco son toda gente... (risas). Mire, está ocurriendo una cosa muy grave en el mundo científico. Los científicos que nos recibimos hace 40 años, investigábamos las cosas libremente, por el amor al conocimiento y la ciencia; en suma para saber. Pero hoy en día los científicos, cuando van a una empresa, tienen que firmar contratos de confidencialidad. Es decir, todo lo que ellos descubren sólo lo pueden dar a conocer con la anuencia del directorio de la empresa. Porque aquí prevalece el interés económico. En este sentido, hay quienes no pueden decir, por ejemplo, que las dioxinas contaminan, por los intereses en juego. Lamentablemente, hay una mercantilización de la ciencia. Pese a que el conocimiento científico debiera ser el mayor patrimonio de un país. Su valor agregado, en el conjunto del conocimiento, es tremendo. Esto se ve en las formas tecnológicas diarias, como los celulares, inventadas en otros países, y que a nosotros nos cuesta mucho adquirirlas. Por eso los países desarrollados invierten en investigación científica. Aquí reside el poder de sus economías (...)
- Y un deber del Estado, frente a la presión de las corporaciones privadas, es preservar la independencia de los científicos...
- Sin duda. La otra cara de este proceso es el éxodo de científicos argentinos. Se van al exterior porque aquí no encuentran estímulos. La mejor prueba de esto la tenemos con César Milstein, ganador del premio Nobel, que se formó en la Universidad de Buenos Aires, y lo dejamos ir a Inglaterra.
- ¿Y qué pasa con los científicos que hablan a favor de Botnia?
- Y bueno... No descartemos algo de ignorancia. No aplican, creo yo, el sentido común. Y sobre todo, no conocen la zona donde se instala la mega-pastera. Cuando alguien me pone en duda que Botnia no contaminará, yo le aconsejo viajar a esta región o vivir tres meses en Gualeguaychú. Eso le cambia totalmente la perspectiva a cualquiera (...) Es una responsabilidad moral nuestra defender el entorno, nuestro río. Convengamos que el río Uruguay es muy particular, por ejemplo es muy playo. Y bien enfrente de donde se levanta la planta hay un remanso. Y creo que hay un reservorio de crianza de pecesitos...
- Al escucharlo a usted, tranquiliza saber que Gualeguaychú reacciona por una causa justa...
- Desde el primer momento lo ha hecho...
Recuerdo del Colegio Nacional
Lázaro Cafferata:- Estudié en el Colegio Nacional de Gualeguaychú. Una institución a la que llevo adentro y que me sirvió para mi vida (...) Me dio sobre todo una buena base humana. En este sentido, recuerdo a profesores como ‘Patico’ Daneri, ‘Banana’ Méndez, Rodolfo García, Rodolfo Debeheres... son toda gente que dejó en uno esa base, para después estudiar lo que uno quisiera (...) Quien despertó mi vocación por la química fue el farmacéutico Roko, de Gualeguaychú. Nos hacía gustar de ese conocimiento, tal es así que nos decía: ‘La química domina al mundo’. Él fue quien nos enseñó los fundamentos de la química (...) Terminé la licenciatura en Química en la Universidad Nacional de La Plata. Y después hice el doctorado, allá por 1958. Y en el trabajo de tesis, básicamente experimental, tuve que manejar las sustancias que están involucradas en los procesos de la industria, y sobre todo de la industria del papel. Manejé así sustancias cloradas, que son las que se cuestionan en el caso de Gualeguaychú. Preparé esas sustancias, las olí, me intoxiqué a veces con ellas. Conozco, por tanto, sus propiedades y sé de sus efectos tóxicos. Esta experiencia me da pie para que pueda opinar con fundamento sobre el asunto de las pasteras.
(fuente)
Parte 1 de 2
Parte 2 de 2
LO QUE SE CALLAN LAS PASTERAS, SEGÚN EL CIENTÍFICO LÁZARO FRANCISCO CAFFERATA
Hijo de Gualeguaychú, doctor en Química e investigador del Conicet, Lázaro Francisco Cafferata es un entusiasta de la causa de Gualeguaychú contra la instalación de las pasteras sobre el río Uruguay.
Y desde ese sitio ha escrito un artículo dirigido al mundo científico, para respaldar las razones de su pueblo.
En diálogo con EL DIA, explicó los riesgos para el medio ambiente y la salud que entraña esta radicación. Denunció que las empresas, y el silencio cómplice de algunos expertos, callan los efectos, al tiempo que desacreditó la propuesta del Uruguay de monitoreo ambiental.
“Las empresas no dicen la verdad de las cosas. A ellas sólo les importa el negocio. Por ejemplo, tienen un método de preparación de algo, pero no dicen si va a ser tóxico. Y más en este caso de Gualeguaychú. Las industrias papeleras están en el tercer orden mundial por riesgo ambiental”.
Así arrancó la entrevista con EL DIA el doctor en Química, Lázaro Francisco Cafferata, un científico oriundo de Gualeguaychú, quien es profesor en la Universidad Nacional de la Plata, e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Cafferata ha terminado, en colaboración con José A. Caram, también doctor en Química, un artículo sobre el riesgo de instalación de las pasteras sobre el río Uruguay. Un trabajo que, tras su publicación en una prestigiosa revista especializada, será puesto a consideración del mundo científico nacional e internacional.
Las conclusiones del escrito, según explicó, apoyan la tesitura de Gualeguaychú contra las pasteras. Y una vez que circule será objeto de discusión global. “Podría recibir objeciones desde Finlandia, por ejemplo”, indicó el entrevistado. Encabeza el articulo una pregunta: “¿Las fábricas de celulosa son realmente una amenaza para el ecosistema del Río Uruguay?”.
- ¿Cómo ha experimentado, como científico y gualeguaychuense, la reacción de la ciudad en este problema?
Cafferata:- Le puedo decir que los vecinos, sin un conocimiento químico de la cosa, han reaccionado intuitivamente bien. Y están haciendo una obra maravillosa. La proyección mundial que ha tenido este tema es impresionante. El sentido común ha hecho que la gente de Gualeguaychú se movilice. Indicándole que estas plantas harán daño al ecosistema de la zona. Y están en lo cierto. Y esa intuición tiene el respaldo de los que, desde la ciencia, podemos aportar razones científicas.
- ¿Por qué dice usted que las pasteras son un riesgo ambiental?
- En primer término, hay que decir que las mismas empresas (Botnia y Ence) dicen que contaminan. Esa afirmación aparece en los informes que han presentado. Al respecto, les cuento que he escrito, junto con el doctor en Química José A. Caram, un artículo que saldrá publicado en la revista de la Asociación Química Argentina, donde se ventilan temas técnico-científicos. Es un órgano importante de divulgación científica nacional e internacional. Ahí, en ese artículo, escrito en lenguaje científico, nosotros damos las razones, con referencia bibliográfica, sobre el problema y sus consecuencias sanitarias. Y empleamos todo el tiempo los dichos de la propia Botnia, para construir nuestro argumento. Por ejemplo, transcribimos palabras textuales de la secretaria de la embajada de Finlandia en Buenos Aires. Ahí también se reconoce la contaminación.
- A propósito, en una entrevista que este diario le realizó al ingeniero Carlos Faroppa, representante de Botnia, ante la pregunta de si la planta finalmente iba a contaminar, contestó: Sí, pero poco...
- Ése es un punto fuerte. Para un técnico, decir un ‘poco’ es no decir nada. Diría que quien dice eso en realidad es un impostor. Está ocultando algo. No da números. Es como con los análisis de ácido úrico. Los médicos, para tratar a cualquier paciente, tienen que saber exactamente esos niveles bioquímicos. Lo mismo pasa acá. Eso de ‘poco’ no tiene sentido. Acá, en realidad, hay que quedarse con la afirmación de las empresas de que van a contaminar.
Sustancias que no se degradan y que se acumulan en el ambiente
- Pero volvamos a las razones de por qué, según su criterio, tenemos que estar preocupados...
- La industria química, en distintos grados, es contaminante. Ese es un hecho. Ahora, hay producciones cuyos efectos se pueden neutralizar. Pero hay otras que contaminan con cosas que son muy peligrosas, y que son muy persistentes en el medio ambiente. Las industrias pasteras producen, justamente, este tipo de sustancias, que quedan en el medio ambiente por años. Se van acumulando. Y el ingeniero químico Pablo Preisz, en un artículo muy bueno del domingo último en el diario EL DIA, dice cuánto se va a acumular en 40 años, que es el espacio de tiempo que interesa a nuestros hijos y nietos. Repito, esas sustancias, producidas por las pasteras, son extremadamente resistentes a la degradación. No ocurre lo mismo, por ejemplo, con las empresas que producen detergente, ya que es una sustancia biodegradable. El problema es que las pasteras utilizan sustancias cloradas. Y el cloro y el azufre, metidos en las moléculas orgánicas, son lo más difícil de degradar. Son sustancias de una estabilidad asombrosa. Pongamos otro caso: el DDT, un veneno contra los mosquitos que se dejó de usar justamente porque era una sustancia persistente. Así, desde aquella época todos tenemos DDT en la grasa de nuestro cuerpo.
- Ahora, estas sustancias persistentes, ¿cómo se transmiten a los seres vivos?
- Ahí está el problema. En nuestro artículo científico mencionamos que se han hecho pruebas alimentando gallinas con aguas de pasteras. Resultado: las dioxinas van a parar a los huevos. Y así cuando las personas los comen, esas dioxinas se van acumulando en su organismo. Si bien la concentración es bajísima: una parte por trillón (esto es como hablar de un gramo de arena en mil toneladas de alimento), la acumulación en el tiempo es importante (...) Pero además hay muchas otras sustancias persistentes que originan las pasteras. Insisto, todas las que tienen cloro en su estructura molecular. Son sustancias que, en sentido figurado, si las golpea con un martillo no las rompe.
- A este proceso químico contaminante, se suma la magnitud de la producción que planea Botnia...
- Exactamente, es una mega-pastera. Que aunque producirá pequeñísimas cantidades de dioxina, esta se irá acumulando en el sedimento del río, en el suelo, en pequeñas cantidades en las aguas, y algo en el aire. Pero además se acumula en la grasa de los animales, los peces, porque estamos hablando de sustancias solubles en grasa. Entonces quienes coman un sábalo de la zona incorporarán a su organismo una buena cantidad de dioxinas. Los peces son bio-acumuladores (...) Es decir, el mayor riesgo para las personas es consumir alimentos contaminados. Huevos, carnes de animales, miel (...) Por otro lado, el aire recibirá el azufre del sulfuro de sodio que utiliza la planta para destruir la lignina, que es la que le da el color amarronado a la madera. Así queda una pasta de color oscuro. Y entonces se la trata con dióxido de cloro, que es un blanqueante excepcional (es una sustancia que se usa incluso para blanquear la harina que consumimos, aunque luego se lo elimina). El dióxido de cloro es una sustancia peligrosísima. Como le dije, porque tiene cloro. No obstante, es lo que se usa en el mundo. Porque, digámoslo claramente, Botnia aplicará aquí la mejor tecnología disponible hoy.
- ¿No hay otra tecnología?
- Mejor no. Para producir papel blanco, blanco, como exige el mundo, es la mejor. De ahí que haya pasteras de este tipo en todos lados, como Canadá, Estados Unidos, Australia. Frente a esta realidad, de última, lo que hay que hacer es mandar estas fábricas a lugares donde hagan el menor daño. ¿Por qué no ubican Botnia sobre el Océano Atlántico, a la altura del Chuy, por ejemplo?
- Pero las empresas ¿no necesitan el agua dulce?
- Creo que no. Porque en Escocia hay una pastera que funciona sobre el Mar del Norte. Al proceso, eso sí, hay que incorporarle la desalinización del agua. Calculo que para una empresa como Botnia esto no implicaría mayores inconvenientes.
“Es imposible el monitoreo”
- ¿Se pueden controlar las emisiones de la fábrica, que es la propuesta del gobierno uruguayo?
- Es prácticamente imposible controlar la contaminación que van a producir estas empresas. Y esto porque los análisis de estas cosas, dioxinas por ejemplo, son sumamente costosos. Hechos por equipos muy sofisticados que valen por lo menos 500 mil dólares. Y que deben ser manejados por expertos de primer nivel. Porque no con cualquier equipo se puede analizar el orden de concentraciones. Hay pocos laboratorios en el mundo que hacen análisis de esta naturaleza. Y un análisis de dioxina en sangre puede costar 1.400 dólares. Por tanto, ni hablar si usted tiene que controlar la dioxina que hay entre la gente o los peces de la zona. Además tiene que ir a esos laboratorios especiales. Es decir, resulta impracticable el control ambiental por los costos económicos y por lo sofisticado de la operación (...) Me he enterado, incluso, que en Gualeguaychú se quiere hacer un monitoreo actual de la situación, para después confrontar con lo que ocurrirá en el futuro. ¿Pero cómo lo van a hacer si no tienen los equipos de que le hablo?.
Científicos y dinero: relaciones peligrosas
- Pero el tema técnico no es tan claro para el público. Lo que uno ve es que no hay unanimidad científica sobre las consecuencias de las pasteras. ¿Por qué ocurre esto?
- Los científicos tampoco son toda gente... (risas). Mire, está ocurriendo una cosa muy grave en el mundo científico. Los científicos que nos recibimos hace 40 años, investigábamos las cosas libremente, por el amor al conocimiento y la ciencia; en suma para saber. Pero hoy en día los científicos, cuando van a una empresa, tienen que firmar contratos de confidencialidad. Es decir, todo lo que ellos descubren sólo lo pueden dar a conocer con la anuencia del directorio de la empresa. Porque aquí prevalece el interés económico. En este sentido, hay quienes no pueden decir, por ejemplo, que las dioxinas contaminan, por los intereses en juego. Lamentablemente, hay una mercantilización de la ciencia. Pese a que el conocimiento científico debiera ser el mayor patrimonio de un país. Su valor agregado, en el conjunto del conocimiento, es tremendo. Esto se ve en las formas tecnológicas diarias, como los celulares, inventadas en otros países, y que a nosotros nos cuesta mucho adquirirlas. Por eso los países desarrollados invierten en investigación científica. Aquí reside el poder de sus economías (...)
- Y un deber del Estado, frente a la presión de las corporaciones privadas, es preservar la independencia de los científicos...
- Sin duda. La otra cara de este proceso es el éxodo de científicos argentinos. Se van al exterior porque aquí no encuentran estímulos. La mejor prueba de esto la tenemos con César Milstein, ganador del premio Nobel, que se formó en la Universidad de Buenos Aires, y lo dejamos ir a Inglaterra.
- ¿Y qué pasa con los científicos que hablan a favor de Botnia?
- Y bueno... No descartemos algo de ignorancia. No aplican, creo yo, el sentido común. Y sobre todo, no conocen la zona donde se instala la mega-pastera. Cuando alguien me pone en duda que Botnia no contaminará, yo le aconsejo viajar a esta región o vivir tres meses en Gualeguaychú. Eso le cambia totalmente la perspectiva a cualquiera (...) Es una responsabilidad moral nuestra defender el entorno, nuestro río. Convengamos que el río Uruguay es muy particular, por ejemplo es muy playo. Y bien enfrente de donde se levanta la planta hay un remanso. Y creo que hay un reservorio de crianza de pecesitos...
- Al escucharlo a usted, tranquiliza saber que Gualeguaychú reacciona por una causa justa...
- Desde el primer momento lo ha hecho...
Recuerdo del Colegio Nacional
Lázaro Cafferata:- Estudié en el Colegio Nacional de Gualeguaychú. Una institución a la que llevo adentro y que me sirvió para mi vida (...) Me dio sobre todo una buena base humana. En este sentido, recuerdo a profesores como ‘Patico’ Daneri, ‘Banana’ Méndez, Rodolfo García, Rodolfo Debeheres... son toda gente que dejó en uno esa base, para después estudiar lo que uno quisiera (...) Quien despertó mi vocación por la química fue el farmacéutico Roko, de Gualeguaychú. Nos hacía gustar de ese conocimiento, tal es así que nos decía: ‘La química domina al mundo’. Él fue quien nos enseñó los fundamentos de la química (...) Terminé la licenciatura en Química en la Universidad Nacional de La Plata. Y después hice el doctorado, allá por 1958. Y en el trabajo de tesis, básicamente experimental, tuve que manejar las sustancias que están involucradas en los procesos de la industria, y sobre todo de la industria del papel. Manejé así sustancias cloradas, que son las que se cuestionan en el caso de Gualeguaychú. Preparé esas sustancias, las olí, me intoxiqué a veces con ellas. Conozco, por tanto, sus propiedades y sé de sus efectos tóxicos. Esta experiencia me da pie para que pueda opinar con fundamento sobre el asunto de las pasteras.
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